Luis Ugalde
Nada bueno se puede construir sobre la mentira o el autoengaño. En enero Caracas apareció llena de costosos afiches del Bicentenario que dicen: 200 años combatiendo imperios. ¿Buscan alimentar la épica antiimperialista y justificar el armamentismo? Lamentable falsedad y errado propósito. Veamos. Se supone que los imperios combatidos por Venezuela fueron España, Inglaterra y Estados Unidos.
España como imperio era cadáver insepulto desde 1640. Las provincias americanas se mantuvieron unidas a Madrid, no por la marina ni los ejércitos imperiales, sino porque los españoles de América -a pesar de agravios y discriminaciones- querían seguir siendo españoles y católicos, antes que ingleses y anglicanos. De 1811 hasta 1815 la guerra fue entre venezolanos y el saldo final de nuestra Independencia es de no menos de 30 venezolanos de ambos bandos, que se mataron entre sí, por cada muerto español.
Miranda, Bolívar y todos los fundadores buscaron - con toda razón y pragmatismo - el apoyo inglés. Nuestra independencia fue ganada en los campos de batalla y garantizada por el apoyo y reconocimiento inglés y norteamericano (C.Zumeta).
Luego el imperio inglés nos despojó de más de 150.000 km2 en el Esequibo, sin soldado invasor muerto, pues nuestros hombres sin escuela desde niños aprendían las cargas a machete para matar venezolanos. En el momento en que los ingleses planeaban apoderarse de las Bocas del Orinoco y de las minas de oro de El Callao, el Ilustre Americano (tal vez con razón) soñaba con la construcción de un ferrocarril del Orinoco a Guasipati para acercar las minas de oro a la bolsa de Londres.
EE.UU, ocupado en el siglo XIX en la dominación de su propio territorio (con anexión de parte de México), a finales de siglo dio los primeros saltos imperiales sobre el Caribe, Centroamérica y Oceanía. Teodoro Roosevelt (1901-1909), con cinismo y garrote escondido, añadió a la doctrina Monroe el “corolario de Roosevelt” que se reserva el derecho de “ejercer un poder de policía internacional” en determinados casos.
Es importante no provocar a perro poderoso y dispuesto a morder. Lo contrario hizo la boconeria nacionalista de Cipriano Castro y nos entregó atados de pies y manos al policía norteamericano. Su guerra verbal antiimperialista provocó a los europeos y la desvergonzada agresión armada de estos a nuestros puertos le ofreció en bandeja a Estados Unidos la imposición de la doctrina Monroe con el corolario Roosevelt. EE.UU. paró a los agresores y el ministro (embajador en Venezuela) Bowen “representó” a nuestro país en los Protocolos de Washington (1903) con las potencias europeas, garantizó nuestro sumisa aceptación y nos impuso el pago de las deudas con el 30% de las ingreso de las aduanas de La Guaira y Puerto Cabello. No necesitó consultar a Venezuela para los “insultantes” Protocolos (González Guinán dixit) y obligar a nuestro paí! ;s a aceptar las Comisiones Mixtas, donde europeos y norteamericanos hicieron sus abusivas demandas; sólo el 15% eran razonables. Toda protesta venezolana fue inútil y, gracias a Castro, se impuso Estados Unidos como señor de este lado del Atlántico y policía del comportamiento venezolano.
No se conoce muerto norteamericano por bala antiimperialista venezolana, aunque habrá algún funcionario petrolero victima del paludismo por picadura de mosquito. Hoy el palabrerío y el insulto se combinan sin rubor con la entrega dócil de 400 millones de barriles de petróleo al año, al buen pagador imperial, para luego correr encandilados a comprarles lo que nos quieran vender.
A pesar de brillantes paréntesis civiles y civilizatorios en el pasado, la realidad y la imaginación venezolanas se mantienen secuestradas por los caudillos que compran armas contra nuestro desarrollo civil, no contra los imperios. Acaban de secuestrar el dinero de las escuelas para helicópteros artillados y tanques rusos (5.400 millones de $ en armas hoy y 4.000 millones ayer).
Contra los imperios los pequeños luchan exitosamente, no provocándolos con palabras insultantes, sino fortaleciendo su propio desarrollo civil: educativo, económico y social, unidad nacional y alianzas internacionales. La prohibición de los juguetes bélicos debiera ampliarse a los mayores de edad, con auto-prohibición presidencial incluida.
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