Libertad!

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sábado, 8 de mayo de 2010

Asamblea Nacional

Luis Ugalde

Asamblea Nacional no significa lo mismo para los dictatoriales y para los demócratas. En las dictaduras de Franco, Stalin, Hitler o Castro, los diputados de la Asamblea son mesoneros dóciles y prontos a servir el plato solicitado por el dictador, con el adobo jurídico deseado. Tienen que cantar a coro la misma canción y el “traidor” que desafine será excluido y perseguido. Así lo ha confesado sin rubor el que parece ser el más conspicuo jurista-mesonero del chavismo. La Asamblea representa a Chávez, encarnación del pueblo, su intérprete visionario y mesiánico portador de su felicidad. No está pensando en ningún sucesor, pues con la felicidad del pueblo -que soy yo- no se juega.
En la Asamblea democrática, en la que cree la mayoría de los venezolanos, el diputado representa a la gente que lo eligió y la Asamblea a la sociedad plural, sin excluir a las minorías; debe rendir cuentas a esa sociedad, legislar para su bienestar y controlar al Ejecutivo. El soberano es el pueblo en su conjunto y los diputados y gobernantes son servidores con mandato temporal. Las dictaduras son de soberanía monárquica (de uno sólo) y hereditaria a dedo, como Castro. En la dictadura, la división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial…) no tiene sentido, es un mal. Por el contrario, en la democracia moderna hay elecciones y división de poderes para impedir los abusos del dictador o monarca absoluto, con el contrapeso entre esos poderes del Estado. El verdadero soberano es el pueblo y el Estado es un instrumento de la sociedad, para que, con leyes e instituciones públicas, ayude a la buena convivencia de todos y a hacer realidad los derechos humanos individuales y sociales.
Nuestra Constitución Bolivariana es democrática: en sus artículos 2 y 3 (y otros) se reconocen los derechos individuales de cada persona, que el Estado debe defender.
El régimen propuso una constitución dictatorial en el referéndum de 2007 y su derrota produjo la furia presidencial que la calificó de “triunfo de m…”. Como dictadores tomaron la decisión de imponer lo derrotado, y lo vienen haciendo con hechos y leyes anticonstitucionales servidas sin discusión y prontitud por la Asamblea.
Llega la hora de la verdad para dictatoriales y demócratas (chavistas o no); para el gobierno y también para los líderes de la oposición y toda la ciudadanía toda. En este momento el principal arma (aunque no es suficiente) que tenemos para salvar la democracia es elegir y defender una Asamblea de amplia mayoría democrática, incluyendo los que vienen del chavismo y de la oposición. Sólo así es posible hacer realidad la sustancia democrática de la Constitución Bolivariana. Si, como ahora, prevalece una Asamblea aclamacionista y “mesonera”, se empeorarán las gravísimas omisiones y violaciones de los deberes y funciones expresados en el artículo 187 de la Constitución y se acentuarán la arbitrariedad, la falta de control y la corrupción e ineficiencia del Ejecutivo unicentral.
Estamos llegando a la encrucijada definitiva y el gobierno lo sabe. A los demócratas no les quedan sino veinte días para dirimir sus pequeñas diferencias y movilizarse en campaña de un solo bloque frente al bloque dictatorial, que usará todos los recursos, poderes y dineros para imponerse, con trampas no vistas hasta ahora. Con una Asamblea mayoritariamente democrática, plural y consciente de lo que está en juego de aquí a 2012, estará defendida la pervivencia de la democracia y los frenos a la dictadura perpetuísta.
Por eso los demócratas venezolanos cobrarán caro todo brote de vanidad y personalismo que secuestre en el sótano de sus raquíticos egoísmos la tarea unitaria de salvar la democracia. No puede haber lugar, ni tiempo, ni recursos, que no sean para la movilización, comunicación directa, apasionada y sensible a las necesidades de la población, que vive y sufre este desastre económico, político y social actual, pero se siente huérfana de dirigencia y conducción política democráticas. La Mesa de la Unidad (gracias a Aveledo y otros) ha realizado un difícil y extraordinario trabajo de acuerdos y de elaboración programática para librar al país del modelo cuartelario y estatista, hermano de la dictadura cubana, que carece de futuro, comida y libertad. Otra sociedad es posible, deseable y necesaria.

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