Libertad!

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sábado, 22 de mayo de 2010

LA LIBERTAD, FUNDAMENTO DE TODOS LOS VALORES

-Alberto Rodríguez Barrera-

“...las acciones de los hombres de buena fe tienen, como su sentido final, la búsqueda de la libertad misma como tal. Un hombre que pertenece a alguna sociedad comunista o revolucionaria desea ciertos fines concretos, que implican el deseo por la libertad, pero que la libertad es deseada en comunidad. Deseamos la libertad por la libertad misma, en y a través de circunstancias particulares. Y al así desear la libertad, descubrimos que ella depende enteramente de la libertad de los otros, y que la libertad de los otros depende de nuestra propia libertad”.


“Porque en algunos Estados el pueblo no es reconocido ni tienen asamblea regular, sólo extraordinarias; y se distribuyen trajes para oir secciones entre los magistrados.” Aristóteles


Fue Hegel quien acuñó el término “libertad terrorista”, y a veces se le aplicó a las conclusiones sartreanas de L’Etre et le néant: a) que jamás lograremos, en nuestras relaciones con otra gente, el reconocimiento mutuo de la libertad de cada cual; b) que el principio kantiano de tratar a las otras personas como fines es insostenible; y c) que la esencia de las relaciones entre seres conscientes no es sólo el Mitsein (compañerismo, comunidad, mutualidad) sino el conflicto. Pero en L’Existentialisme est un humanisme, Sartre opina lo contrario: podemos y debemos respetar la libertad de otros; “No puedo hacer de mi propia libertad mi finalidad a menos que haga de la libertad de otros mi finalidad”.

En el mismo argumento introduce la noción de comunidad que había rechazado previamente. Aquí Sartre trata de explicar la visión de que la libertad es el fundamento de todos los valores, lo cual –simplemente- significa: “que las acciones de los hombres de buena fe tienen, como su sentido final, la búsqueda de la libertad misma como tal. Un hombre que pertenece a alguna sociedad comunista o revolucionaria desea ciertos fines concretos, que implican el deseo por la libertad, pero que la libertad es deseada en comunidad. Deseamos la libertad por la libertad misma, en y a través de circunstancias particulares. Y al así desear la libertad, descubrimos que ella depende enteramente de la libertad de los otros, y que la libertad de los otros depende de nuestra propia libertad”.

El socialista pensante que era Sartre (contrastando con los “socialistas” no pensantes del chavismo) ligaba este punto de la interdependencia de la libertad con compromiso: “una vez que hay compromiso estoy obligado a desear la libertad de los otros al mismo tiempo que la mía”. Porque cuando un hombre escoge la libertad para sí mismo, la escoge para todos los hombres, ya que el propio acto de elegir y preferir confiere valor a algo; y al así crear valor, el hombre actúa en presencia de todos, como responsable ante todos.

El autoengaño del chavismo causa angustia, abandono y desesperación porque no elige la libertad como un compromiso de todos, y a través de “controles” quieren decidir por todos, obviando el significado profundo y concreto de su responsabilidad. Así es que disfrazan su angustia o se alejan de ella, sin comprometerse con nada ni con nadie excepto con ellos mismos.

La contradicción que está en el centro de L’Etre et le néant es que trata de sostener al mismo tiempo que los hombres son completamente libres y también que las relaciones con otros deben tomar una o dos formas muy limitadas y definidas. Y esto es muy ilógico. Porque si la teoría sartreana de las relaciones humanas es cierta, el hombre no puede ser enteramente libre; si fuera cierta no habría espacio para la conversión, “radical” o de cualquier tipo.

Sin embargo, Sartre buscó la conversión, primero hacia la literatura y las relaciones personales para entrar en la esfera general de la política y la sociología. Dejó luego de escribir novelas y acentuó su producción de obras de teatro, cuyo trabajo se diferencia del novelista. El novelista se concentra en el análisis y la interioridad de la experiencia humana; habla como un hombre a un lector. El método del dramaturgo es dialéctico en vez de analítico. El dramaturgo se dirige a una especie de asamblea pública, su audiencia. La audiencia debe poner su propia interioridad en lo que ve y oye; es además un medio más efectivo para la expresión de ideas políticas; y aquí Sartre acuñó el término “literatura comprometida”, implicando el postulado existencial de que cada hombre es el creador de sus valores morales. Obviamente, el término significaba también “comprometida con el socialismo”, como si otro tipo de compromiso no pudiera ser genuino.

En la propia intensidad de su socialismo, Sartre reconoció su évasion, alejándose de las contradicciones de su análisis de las relaciones personales hacia una filosofía que no cuenta con los individuos sino con las masas. Sartre se fue haciendo más y más marxista con el tiempo, pero su existencialismo permaneció, no como un “nihilismo burgués” -como afirmó el marxista Lukács- sino en su afirmación de que el escritor debe ser libre para decir lo que desea y para un público que también debe ser libre para cambiar su estructura:

“Así en una sociedad sin clases, sin dictaduras y sin estabilidad, la literatura terminaría haciéndose consciente de sí misma; entendería que forma y contenido, público y sujeto, son idénticos; que la libertad formal de decir y la libertad material de hacer se completan a sí mismas; que mejor manifiesta la subjetividad de la persona cuando traduce las más profundas necesidades colectivas y –recíprocamente- su función de expresar lo concreto universal a la concreto universal, y que su fin es apelar a la libertad de los hombres para que puedan realizar y mantener el reino de la libertad humana.”

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