Libertad!

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viernes, 21 de mayo de 2010

La salud económica de lo humano

Teódulo López Meléndez

Hemos conocido un mundo económico internacional por seis décadas, uno que quedó en evidencia con la reciente crisis y uno que comienza a ser modificado con las reformas que implementa el presidente Obama y que Europa aún vive en carne propia con la crisis de la zona del euro. Una cosa es un mundo de relaciones internacionales entre Estados-nación y una cosa muy distinta es una reglamentación económica para un mundo globalizado.

De la muerte o enfermedad terminal de viejo Bretton Woods se habla desde hace desde hace muchos años, sólo que ahora ha debido pasarse de las palabras a los hechos. Los requerimientos para la transformación y adecuación de esas viejas instituciones de postguerra ha sido una constante. Es obvio, además, que ya no nos movemos en un plano de relaciones internacionales, sino en uno de relaciones globales, diferencia a recalcar pues el mundo que se derrumba no es el mismo que emerge.

La resistencia a todo cambio quedó de manifiesto cuando el todavía Presidente George W. Bush insistió en que bastaba una reforma del sistema de mercado liberal, al segurar que en momentos de incertidumbre económica no se podían estar cambiando “métodos probados para crear prosperidad y esperanza” mientras numerosas conferencias de la ONU sobre bienes públicos globales y desigualdad social se vieron obstaculizadas por las restricciones fiscales de la ortodoxia vigente. Instituciones del viejo Bretton Woods y la Organización Mundial del Comercio definieron las políticas macroeconómicas. Ejercieron un papel vigilante e interventor para procurar el crecimiento, pero la reducción de las desigualdades o la pobreza en aumento no fueron temas de su interés.

Quizás debamos mirar las instituciones económicas aptas para el mundo global con la misma óptica que hemos mirado la organización política. Para bien o para mal se crearon normas de gobernanza supranacional, inspiradas en el modelo descrito, pero con instituciones sin efectividad. Ya hemos hablado de las tendencias equivocadas. El mundo se ha hecho interdependiente en los ámbitos del comercio y del movimiento de capitales y personas, aunque falta avanzar en temas como la salud, la energía y el medio ambiente. Con la crisis quedó al descubierto que los movimientos financieros a corto plazo eran los peor regulados.

Es evidente la necesidad de reformar o de construir nuevas organizaciones globales para lo económico. La crisis reciente puso de manifiesto la capacidad dañina del dinero fácil y la urgencia de acelerar la evolución del sistema financiero internacional. Ese capital voraz vivió sumido en el apetito del retorno cada vez más rápido. Sin embargo, la degeneración toca profundamente las concepciones de lo ético y de lo moral, lo que ha replanteado la necesidad de crear reglas restrictivas a un mercado desaforado.

Hay que agregar, en este último concepto, lo que los economistas llaman “efecto esloveno”, esto es, la existencia de pequeños mercados sin crecimiento y sin reformas estructurales y sin atractivo para la inversión extranjera. Es lo que el profesor Adolfo Castilla (Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Antonio de Nebrija) llama “Los cinco dedos de la muerte económica”, tomando la expresión del inglés “The five fingers of death” utilizada por las películas americanas del cine negro. Al “efecto Eslovenia” agrega la subida continua de los tipos de interés, el decrecimiento de los Estados Unidos, la presión fiscal al alza y la apreciación continuada de los tipos de cambio. El peligro radica en una eventual reactivación de la crisis por una actuación incorrecta de las instituciones reguladoras de la economía mundial.

Hay que agregar que las tensiones políticas cambian el marco en que se hacen negocios en el mundo. Las economías emergentes ofrecen peligros de este tipo, por la disparidad en sus ingresos. Ya, en buena parte, el éxito no depende del uso de avanzada tecnología o de los costes sino del juego político, especialmente antinorteamericano. Sumemos la corrupción y la inseguridad jurídica.

En definitiva, la reciente crisis dejó heridas en lo que Marcelo Manucci (Doctor en Ciencias de la Comunicación -USal-) llama la hasta ahora “estructura económica forzadamente idealizada”. Más aún, la crisis afectó severamente un modelo de realidad. El nacimiento del nuevo mundo global presenta desafíos y acontecimientos inéditos. Ahora el cambio en el manejo económico mundial o es coherente con esta nueva realidad o marchará hacia otro ciclo de paradojas. Es necesario abandonar aquí también los viejos paradigmas e inmiscuirse en el nuevo sentido y es precisamente lo que los Estados Unidos de Obama entiende.

Vivimos en un entorno circular en movimiento. “No hay ni comienzo ni terminación del proceso”, asegura Jay W. Forrester, considerado el padre de la “Dinámica de sistemas”. Stefano Zamagni (Departamento de la Economía de la Universidad de Bologna y experto en economía del Tercer Sector Europeo) nos recuerda acertadamente que las teorías económicas no son nunca neutrales y también que el paradigma vigente hasta ahora llamado “neoliberal” olvida esta verdad. Ahora bien, la crisis nos planteó el recuerdo de la reunión de Rambouie (1975), en las cercanías de París, en la cual los jefes de los seis países más desarrollados acuerdan poner en marcha la privatización y la liberalización. Y es precisamente eso lo que ha quedado desestructurado y donde puede poner el énfasis de lo que yo he llamado repetidas veces el predominio de la economía sobre la política. Y un dato que Zamagni injerta, el que las guerras civiles desde los años 70 se han dado en gran medida por el aumento de la desigualdad (Kosovo, tutzis y hutos, Eritrea y Somalia, Chechenia, etc.). Y por supuesto, la segunda emersión, la de nuevas formas de totalitarismo. De allí la teoría neo-estatatista que se practica en Venezuela, la de un Estado voraz que se lo come todo, que se enfrenta al desmoronamiento del Estado-nación considerándolo una simple maniobra neoliberal, olvidando que ese poder está perdido en el altar global y que no conduce más que a un neomercantilismo.

El nuevo mundo económico tiene que estar marcado por una subsidiaridad horizontal que implica el reconocimiento de una sociedad civil transnacional. Esto es, una buena parte de la cooperación internacional para el desarrollo tiene que ir a la sociedad civil organizada y no a las instituciones del Estado-nación desfalleciente. La preocupación por lo humano conlleva a lo que ha sido mi planteamiento base sobre el tema: la política debe recobrar su primacía sobre la economía, las estrategias deben dirigirse a atender la pobreza creciente y las emigraciones consecuentes, más los nuevos grandes temas como la salud, la salud ecológica y la energía, en un envoltorio de lo humano.

teodulolopezm@yahoo.com

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