Los venezolanos llevan 12 años resistiendo y no parece que vayan a dejar de hacerlo
EL UNIVERSAL
miércoles 20 de abril de 2011 12:00 AM
Desde que amaneció el 2011 los venezolanos no hemos dejado de recibir las más diversas lecciones. Debe ser porque es un año bicentenario. Cumplimos doscientos años de haber dado el paso más arriesgado que podíamos emprender cuando España se enseñoreaba en nuestro continente: la desafiamos y lo hicimos del modo más radical que se podría imaginar. Realizamos -¿lo recuerdan?- el más atrevido y sensacional firmazo que recuerda nuestra historia, el firmazo de la emancipación.
Es muy posible que en aquel alegre y desapacible momento -el 5 de Julio de 1811- el grupo de venezolanos que se atrevió a estampar sus firmas jamás imaginó lo que esas firmas desencadenarían. Hasta ese momento todo iba tan sobre ruedas que nadie podía suponer que los riesgos adquirirían una siniestra presencia. Desde el año siguiente Venezuela sólo conoció el horror, el pesar y la angustia. Habían comenzado los costos, los costos que nadie percibió al principio.
Pero volvamos al presente, a los 200 años después y sus lecciones. La primera, el más fenomenal y contundente desmentido que el mundo árabe está dando a quienes desde el mundo desarrollado les contemplaban con piedad mal disimulada: no tenían remedio y su postración bajo yugos de satrapías de varias décadas era hasta una garantía. Esos déspotas, tan zalameros con Occidente, cumplían bien el encargo: la paz de los cementerios y ¡a los negocios!
Lo que nadie imaginó es que la fenomenal tecnología comunicacional que esos negocios habían desatado sería la peor amenaza para esos déspotas. Cuando febrero transcurría raudo, como castillos de naipes se derrumbaban las primeras satrapías. En un santiamén cayó la dictadura tunecina y el turno tocó en suerte a Egipto, donde pataleó un poco más, pero ya pasó a la historia.
A estas alturas, Occidente por fin salió de su estupor y al contemplar la matanza de Libia, llevada a cabo con crueldad carnavalesca con las armas que le había vendido al comediante que vive metido en un disfraz, tuvo que intervenir y decretar que el fin de Gadafi había llegado, sin importar el tiempo que tome su derrumbe.
Los vecinos, al ver la determinación de los hasta ayer sometidos en la abyección, han tenido que correr y ver si el tiempo todavía alcanza para hacer las reformas que les permitirían sobrevivir. En esto anda el Bashar de Siria, que hasta ha lamentado con lágrimas de cocodrilo los más de doscientos muertos que sus esbirros han conseguido. El tiempo dirá de cuánto tiempo todavía disponen los confiados déspotas del Cercano Oriente.
Un poco lejos de allí, otro aprendiz de brujo, el derrotado presidente de Costa de Marfil pretendía, al más puro estilo africano, seguir en el poder como si nada. No captó los nuevos vientos. Sus secuaces y sus milicias no vacilaron en asesinar a todo aquel que intentara resistir.
Desoyó consejos de varios presidentes africanos que le visitaron y no entendió la significación de la decisión de las Naciones Unidas, que todo el tiempo le brindó su protección a quien le derrotara en las elecciones. Hoy, por fin, este señor está preso y listo para enfrentar a la justicia por los crímenes cometidos. La pesadilla cesó para todos y comienza para él y su pandilla. Era hora.
Estas son las lecciones para Venezuela, que ya va camino de las elecciones más cruciales que debe encarar en esta larga pesadilla. Acosado por problemas de toda índole, Chávez, con más compromisos que plata para encararlos y dando muestras contundentes de que entiende poco, pretende (como la Cenicienta del cuento que convirtió a ratoncitos en guardias y chambelanes) asustarnos con ancianos disfrazados de milicianos.
Los venezolanos llevan 12 años resistiendo y no parece que vayan a dejar de hacerlo justo cuando el régimen aparece más frágil y vulnerable, por eso estoy en desacuerdo con el veredicto de mi amigo Tulio Hernández sobre que el tiempo de la sublevación pasó y que Venezuela no transitará el camino árabe.
Los venezolanos sabemos lo que nos falta por transitar y lo haremos si no nos dejan otra opción. Si el señor Chávez, llegado el momento se muestra obcecado por seguir aferrado al poder con el que nada ha logrado, puede tener por seguro que habrá emprendido la ruta de Costa de Marfil, con todas sus letras. Por su bien, que no dude que ese trayecto le lleva al abismo. Hasta allí no le acompañarán sus cachorros y aprovechadores de toda laya.
Y súbitamente, sin acompañamiento ni misericordia llorona, el final, que bien pudiera ser una copia al carbón marfileña.
ave38@yahoo.com
Es muy posible que en aquel alegre y desapacible momento -el 5 de Julio de 1811- el grupo de venezolanos que se atrevió a estampar sus firmas jamás imaginó lo que esas firmas desencadenarían. Hasta ese momento todo iba tan sobre ruedas que nadie podía suponer que los riesgos adquirirían una siniestra presencia. Desde el año siguiente Venezuela sólo conoció el horror, el pesar y la angustia. Habían comenzado los costos, los costos que nadie percibió al principio.
Pero volvamos al presente, a los 200 años después y sus lecciones. La primera, el más fenomenal y contundente desmentido que el mundo árabe está dando a quienes desde el mundo desarrollado les contemplaban con piedad mal disimulada: no tenían remedio y su postración bajo yugos de satrapías de varias décadas era hasta una garantía. Esos déspotas, tan zalameros con Occidente, cumplían bien el encargo: la paz de los cementerios y ¡a los negocios!
Lo que nadie imaginó es que la fenomenal tecnología comunicacional que esos negocios habían desatado sería la peor amenaza para esos déspotas. Cuando febrero transcurría raudo, como castillos de naipes se derrumbaban las primeras satrapías. En un santiamén cayó la dictadura tunecina y el turno tocó en suerte a Egipto, donde pataleó un poco más, pero ya pasó a la historia.
A estas alturas, Occidente por fin salió de su estupor y al contemplar la matanza de Libia, llevada a cabo con crueldad carnavalesca con las armas que le había vendido al comediante que vive metido en un disfraz, tuvo que intervenir y decretar que el fin de Gadafi había llegado, sin importar el tiempo que tome su derrumbe.
Los vecinos, al ver la determinación de los hasta ayer sometidos en la abyección, han tenido que correr y ver si el tiempo todavía alcanza para hacer las reformas que les permitirían sobrevivir. En esto anda el Bashar de Siria, que hasta ha lamentado con lágrimas de cocodrilo los más de doscientos muertos que sus esbirros han conseguido. El tiempo dirá de cuánto tiempo todavía disponen los confiados déspotas del Cercano Oriente.
Un poco lejos de allí, otro aprendiz de brujo, el derrotado presidente de Costa de Marfil pretendía, al más puro estilo africano, seguir en el poder como si nada. No captó los nuevos vientos. Sus secuaces y sus milicias no vacilaron en asesinar a todo aquel que intentara resistir.
Desoyó consejos de varios presidentes africanos que le visitaron y no entendió la significación de la decisión de las Naciones Unidas, que todo el tiempo le brindó su protección a quien le derrotara en las elecciones. Hoy, por fin, este señor está preso y listo para enfrentar a la justicia por los crímenes cometidos. La pesadilla cesó para todos y comienza para él y su pandilla. Era hora.
Estas son las lecciones para Venezuela, que ya va camino de las elecciones más cruciales que debe encarar en esta larga pesadilla. Acosado por problemas de toda índole, Chávez, con más compromisos que plata para encararlos y dando muestras contundentes de que entiende poco, pretende (como la Cenicienta del cuento que convirtió a ratoncitos en guardias y chambelanes) asustarnos con ancianos disfrazados de milicianos.
Los venezolanos llevan 12 años resistiendo y no parece que vayan a dejar de hacerlo justo cuando el régimen aparece más frágil y vulnerable, por eso estoy en desacuerdo con el veredicto de mi amigo Tulio Hernández sobre que el tiempo de la sublevación pasó y que Venezuela no transitará el camino árabe.
Los venezolanos sabemos lo que nos falta por transitar y lo haremos si no nos dejan otra opción. Si el señor Chávez, llegado el momento se muestra obcecado por seguir aferrado al poder con el que nada ha logrado, puede tener por seguro que habrá emprendido la ruta de Costa de Marfil, con todas sus letras. Por su bien, que no dude que ese trayecto le lleva al abismo. Hasta allí no le acompañarán sus cachorros y aprovechadores de toda laya.
Y súbitamente, sin acompañamiento ni misericordia llorona, el final, que bien pudiera ser una copia al carbón marfileña.
ave38@yahoo.com
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