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sábado, 2 de abril de 2011

En la corte del lobo


LIBROS - Narrativa En la corte del lobo
Despiezar una res
JUSTO NAVARRO 02/04/2011

Vota Resultado 2 votos . .Estamos en un país peligroso, la Inglaterra de los Tudor, en una época peligrosa, los años del siempre insatisfecho Enrique VIII, y el héroe de la historia es Thomas Cromwell, plebeyo peligroso entre nobles sanguinarios. El Cromwell de Hilary Mantel es, más que un héroe, un superhéroe capaz de imponer sin contemplaciones su voluntad, que coincide con la voluntad del rey. Quiere el rey que lo libren de la reina, Catalina de Aragón, y lo casen con Ana Bolena.

Hilary MantelTraducción de José Manuel Álvarez Flórez

Destino. Barcelona, 2011

752 páginas. 22,50 euros

Libro electrónico: 15,99 euros

Justo Navarro

A FONDO
Nacimiento: 1953Lugar:GranadaLa noticia en otros webs
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El héroe de En la corte del lobo (Wolf Hall, 2009; Wolf Hall es la casa familiar de Jane Seymour, la tercera mujer del rey) posee rasgos de personaje fabuloso: sus orígenes parecen enigmáticos y ni siquiera se conoce su fecha de nacimiento, que debió ser en torno a 1485, niño maltratado, fugitivo, perdido en su adolescencia después de una paliza brutal a manos de su padre, herrero y cervecero borracho. Cromwell pasó la juventud entre Francia, Italia y los Países Bajos, soldado, jugador, capaz de acariciar serpientes y sobrevivir a su picadura, comerciante, tratante de dinero. Las habladurías londinenses le dan profundidad a su figura, la amplían y magnifican, hombre de más de un nombre, Tommaso, Tomos o Thomas. En 1527 es el abogado del lord canciller de Inglaterra, el cardenal Wolsey, hijo de carnicero. Pero el príncipe de la Iglesia está a un paso de la ruina por su impotencia para descasar al rey con Catalina, hija de los Reyes Católicos y tía del emperador Carlos.

La inglesa Hilary Mantel (1952) admira a su Cromwell, a quien imagina en el ascenso al poder supremo, ministro providencial del rey. Lo ve en presente, como si el mundo del siglo XVI se iluminara hoy en una representación cinematográfica de prodigiosa ambientación. Hilary Mantel percibe pequeños gestos, pequeñas palabras, risas y lágrimas pequeñas, el color de una cara o de un vestido, detalles mínimos que los libros de historia registran pocas veces y que la habilidad novelística convierte en memorables y monumentales. Este Cromwell es indudablemente un ser digno de estima, que se gana nuestro favor y el de Enrique VIII. Afable con animales y humanos en una época de hogueras públicas para quemar herejes, de inteligencia clarísima y sabiduría para disponer el mundo a su gusto, es bueno y duro, tan audaz como prudente. Sabe oír detrás de las puertas, sabe matar, sabe idiomas, se entiende con todos, y, día a día, ley a ley, sin darse cuenta acaba convirtiéndose en el asesino legal del Reino.

"¡Don Nadie del infierno, cachorro de puta, crisol del mal, abogado!", le llamará un noble ofendido. Es, como dice la destronada reina Catalina, "el hombre que ahora escribe todas las leyes". Hará y deshará matrimonios. Disolverá monasterios. Acabará con el poder del Papa en Inglaterra y con las rentas de la Iglesia romana. Dictaminará que el Parlamento, algo tangible y humano, puede más que los designios insondables de cualquier dios. Hilary Mantel les inventa un alma a sus imponentes figuras históricas, dramatizando la acción en una serie de escenas que deben mucho a los retratos de Hans Holbein, el pintor de cámara de Enrique VIII, de ojo imperturbable y certero. "Los señores de Holbein han dejado de ir de caza. Viven en palacios, tienen cuerpos redondeados, miembros relajados, ojos escépticos o contemplativos. Son hombres de Estado que viven en interiores; urden intrigas (...), no llevan espada; son gobernantes sedentarios". Así vio a los señores de Holbein Ford Madox Ford, autor de La quinta reina, que puede leerse como continuación de En la corte del lobo, aunque apareció más de cien años antes, y donde Thomas Cromwell se estrellaba por fin contra Catherine Howard, la quinta esposa de Enrique VIII.

El gran Cromwell de Hilary Mantel tiene la cara del cuadro de Holbein, hoy en Nueva York, en la Frick Collection, y a ese espejo se mira el héroe al final: "Parezco un asesino", dice entonces la mano derecha del rey. Está aceptando lo que una vez le oyó a un criado, a través de una puerta entornada. "¿Parezco un asesino? Hay un muchacho que dice que lo parezco", le preguntó Cromwell a un cocinero, pero al cocinero sólo le pareció "un hombre que sabe despiezar una res". La traducción de José Manuel Álvarez Flórez es excelente.

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