EL UNIVERSAL
domingo 10 de abril de 2011 05:20 PM
El caso del narcotraficante Walid Makled debe ser motivo de reflexión de todos los oficiales de la Fuerza Armada Nacional, pero en particular de la juventud militar, ya que los señalamientos que ha hecho son de tal gravedad que comprometen el honor de nuestra institución y el prestigio de la profesión militar. Este escándalo no puede verse como un hecho más de corrupción, de los tantos que han ocurrido en la historia de Venezuela.
Nos muestra, con toda la gravedad de lo que eso significa, que el narcotráfico ha penetrado en las altas esferas del gobierno nacional y en amplios sectores de la sociedad venezolana. Observar lo que está ocurriendo en México y en Brasil debería ser suficiente motivo de alarma para todos los venezolanos y, en particular, para los miembros de la institución armada. La penetración del narcotráfico compromete la soberanía nacional. Además, debe recordarse las vinculaciones que este flagelo tiene con los movimientos subversivos de la América Latina.
La reflexión debe hacerse con objetividad. Walid Makled no tiene autoridad moral para señalar a nadie de corrupción y de tener vínculos con el narcotráfico. Eso es verdad, pero hay un conjunto de hechos que no son fáciles de explicar. Tratemos de resumirlos. No es posible que, de la noche a la mañana, se pueda acumular una fortuna como la que se dice tiene la familia Makled, pero el hecho es aún más grave, si esa fortuna se hace con el apoyo del gobierno nacional. Tiene que llamar la atención que durante la gobernación de Luis Felipe Acosta Carlés se le haya entregado la concesión de la administración del puerto de Puerto Cabello y del aeropuerto de Valencia. Tampoco, es fácil de explicar que se le haya permitido adquirir y operar la Línea Aeropostal Venezolana. Menos aún, puede justificarse que se le haya entregado la concesión, por parte de Pequiven, de la explotación y exportación de la urea, químico requerido para la transformación de la cocaína.
El problema se complica aún más cuando se conoce que el Banco de Venezuela, en el año 2005, detectó en Maracay movimientos sospechosos en las cuentas bancarias de la familia Makled, ya que se depositaban grandes cantidades de dinero, que luego rápidamente eran retiradas. La Fiscalía General de la República inició una investigación al respecto, pero no hubo ningún resultado. La danza de los millones continuó: el grupo Makled se transformó en propietario de Inversiones Makled, Transporte Makled, Almacenadora Makled, Corporación MK, Proveeduría JM. Happy Trade, Almacenadora Conacentro, Editorial 1 y Aeropostal, reportando un crecimiento patrimonial de 400 millardos de bolívares. Las ambiciones no se detuvieron ahí, sino que se ampliaron al campo político. Abdalá Makled se lanzó de candidato a la Alcaldía de Valencia, con el respaldo de varios grupos políticos y el apoyo del gobernador Luis Acosta Carlés.
De manera sorprendente, y no fácil de explicar, sólo a finales de 2008, oficiales de inteligencia allanaron una finca propiedad de Walid Makled, decomisando 388 kilos de cocaína, e iniciándose la persecución policial de los hermanos Makled. Para colmo, el CICPC de Carabobo anunció la solución de las muertes del periodista Orel Sambrano y del ganadero Francisco Larrazábal, responsabilizando de dichos asesinatos a Walid Makled. Éste logró escaparse y fue detenido en Cúcuta. A partir de ese momento, empezaron sus acusaciones: comenzó, nada más ni nada menos, que señalando que había recibido las concesiones en Puerto Cabello y Valencia debido a un aporte de 2 millones de dólares para la campaña chavista en el referéndum de 2007 y por su apoyo al gobierno nacional durante el paro petrolero. También dijo que las cinco toneladas de droga detenidas en México, en un avión de Aeropostal, habían salido de la rampa presidencial de Maiquetía.
Después comenzaron los señalamientos personales. Repito lo que dije: Walid Makled no tiene autoridad moral para acusar a nadie, pero sus señalamientos deben ser investigados. De no hacerse, Hugo Chávez aparecería ante el mundo como cómplice de un importante jefe del narcotráfico internacional. Estos señalamientos son sorprendentes: mezcla en sus actividades a un hermano del ministro del Interior, Tarek el Aissami, a los generales Henry Rangel Silva, Hugo Carvajal, Luis Mota Domínguez, Néstor Reverol y Cliver Alcalá Cordones, para concluir que hasta la exse-nadora Piedad Córdova recibió dádivas para su actividad política. Yo espero con confianza que se cumpla lo que dijo el ministro de la Defensa, Carlos Mata Figueroa: "Aquí se hará toda la investigación y que caiga quien caiga". Si no se aclaran los hechos, el honor de la Fuerza Armada Nacional quedará en entredicho. La juventud militar tiene más que motivos para reflexionar y preocuparse.
fochoaantich@gmail.com
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