Libertad!

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martes, 22 de abril de 2008

¿Qué pasa en Cuba?


Américo Martín

Lunes, 31 de marzo de 2008

Si alguien está condenado a no ser lo que quiere es Raúl Castro Norberto Fuentes Se dispara el debate interno
A raíz del discurso de Fidel Castro en el Aula Magna de la Universidad de La Habana el 17 de noviembre de 2005, se inició un tímido y muy velado debate interno en el Partido Comunista de Cuba. Por primera vez un Fidel Castro dominado por la angustia decía que el capitalismo podía regresar a la isla y que surgiría una perestroika cubana si no se hacía urgentemente algo para impedirlo. En la ufana enmienda constitucional de 1992 se había incluido en el texto de la Ley Fundamental una norma retadora: El socialismo es irreversible. 15 años más tarde, ante un país y un mundo consternados, Fidel reconocía lo contrario.
Ese debate se ha recrudecido -inhabilitado como está el máximo líder- a partir del descarnado discurso pronunciado el 26 de julio de 2007 por el entonces presidente en funciones Raúl Castro. Con insólita franqueza advirtió el sucesor que se necesitaban hondas reformas estructurales, en función de lo cual proclamó el inicio formal de las discusiones en el partido, el ejército y el Estado. ¡Que nadie tema decir lo que sienta y quiera! proclamó, tal vez suponiendo que 50 años de monopolio del poder sería un tiempo suficiente para que reinara la mesura en el alma de los militantes, de modo que no hubiera excesos. Sin duda pasó por alto el desenfado natural del pueblo caribeño. Pero su importante discurso circuló oficialmente y ha sido profusamente distribuido
Con semejante autorización sobrevino un furioso enfrentamiento interno, que obligó a las autoridades a aplicar controles con el fin de que el asunto no se les escapara de las manos. Presionado por la realidad, Raúl había dado muestras de eficacia en coyunturas difíciles, frecuentemente todas ellas insinuando su creciente inclinación a la apertura económica y el establecimiento de cercanas relaciones con el occidente industrializado. Se había interesado en el modelo aperturista de China y Vietnam. Tanto Norberto Sánchez como Alcibíades Hidalgo (1), cercano asistente de Raúl, recuerdan que envió varias misiones a estudiar la realidad de esos dos países. Según Hidalgo, la primera enseñanza que extraería Raúl debió ser el masivo proceso de privatización de empresas públicas en China El “nuevo rumbo” … y Fidel
Mientras viva Fidel o conserve, aún físicamente impedido, suficiente lucidez, los cambios que comienzan a insinuarse y que habían alarmado al caudillo en noviembre de 2005 observarán una pauta gradual, controlada. Quizá sea esa la explicación de las ocasionales presentaciones públicas del poderoso enfermo. Cuando habla, como ocurrió frente al notable anuncio de que en marzo de 2008 Cuba suscribiría dos Protocolos de la ONU referidos a derechos humanos y libertades políticas y sindicales, lo hace para introducir reservas y ralentizar el movimiento que ya no puede evitar. El hecho es que efectivamente en la fecha indicada, Cuba se atrevió a dar un paso que la obliga a una apertura democrática, para la cual todavía no parece preparada. Por eso, el canciller Pérez Roque se permitió una reserva al firmar la adhesión a los Protocolos. Cuba –aclaró- se reserva el derecho de interpretar las cláusulas conforme a sus propios criterios. Esos zigzagueos marcarán los primeros tiempos de la apertura, particularmente mientras la sombra de Fidel esté allí, como al acecho.
Los últimos intentos de obstaculizar el posible y esperado viraje han sido, en primer lugar, la extravagante propuesta de unificar en una Federación a Cuba, Venezuela y los restantes países del ALBA. En Santa Clara, frente a los restos del Che Guevara, el desmedido presidente Chávez exclamó: ¡ya somos un solo gobierno! Fidel comentó favorablemente la afiebrada idea, pero Raúl, parado junto a Chávez, ni siquiera se dio por aludido. En segundo lugar, Fidel y Chávez habían intensificado el ya caudaloso intercambio entre sus países con el objeto de atar la economía cubana a la venezolana, de modo que esos fuertes lazos se erijan en su oportunidad en un serio obstáculo para la viabilidad del cambio. Pero tampoco este sudoroso ardid ha podido cambiar el rumbo que lleva la sociedad cubana. La apertura de Cuba es, en mi opinión, imparable. Los intentos de extirparla o ralentizarla mediante la reoxigenación de los temas del fidelismo de la primera hora, se revelan insuficientes. Las fuerzas aperturistas se han ido universalizando, pareciera que tienen ya hondas raíces y eso podría estar levantando esperanzas en amplios sectores del ejército, del partido y fuera del partido Raúl y Fidel
Se sabe que conviven en Raúl un amor filial, más que fraternal, hacia su hermano Fidel, a quien siguió desde la infancia, y una discrepancia -que no admite su nombre- en varios momentos decisivos. Como lo comentara el general de cuerpo de ejército Abelardo Colomé “Furry”, actual Ministro del Interior y ligado entrañablemente a Raúl, el hermano menor siempre trabajó para ayudar a Fidel a corregir el desorden y a protegerlo -hasta donde se pudiera- de sus errores. Siempre estuvo allí para reparar entuertos, acomodar situaciones, impedir el caos, en fin: para proteger a su hermano. A cambio de eso, Fidel no dejó de anunciar que su sucesor sería Raúl, no sin incubar reservas tanto sobre su capacidad para mantener el tono operático del Líder, como sobre su decisión de preservar el rumbo revolucionario. Hombre inquieto, arriesgado y celoso de su seguridad personal, ha descubierto que necesita el apoyo de Raúl, único en el que puede confiar hasta el fin. De allí que sus reparos ideológicos o de estilo no hayan pesado más que la protección efectiva que su hermano le garantiza. A la sombra de tan personalísima ambigüedad, dejó que el poder de Raúl –muy a su pesar, pues es el dueño absoluto del Estado- creciera con el tiempo, tomando éste para sí incluso áreas fundamentales desde las cuales fue fortaleciendo una tendencia de militares y civiles que bien pudieran denominarse “raulistas”. Seguidores de Raúl, pero no “antifidelistas”, lo cual habría sido imposible. Nada de esto afecta la dependencia emocional que guarda hacia su hermano, aunque a veces mostraba actitudes que sin llegar al plano de la rebelión podrían tomarse como manifestaciones de independencia. Ya una vez Raúl dejó en el aire una sombra de burlona ironía, mirando afablemente a su cofrade Norberto Fuentes, cuando coincidieron en un acto donde se dejaba oír el habitual largo discurso del caudillo, repleto de nuevas promesas (*) La militarización cubana, paradójica premisa de la apertura
Siempre y con razón se ha asociado la militarización revolucionaria con la represión, el autoritarismo y la fiera intransigencia ideológica. Pero en Cuba, por causas muy particulares, no ha ocurrido del todo así, cuando menos desde las guerras africanas. Fue significativa la influencia de los oficiales soviéticos –muchos de ellos ya ganados por las ideas de la perestroika- sobre los cubanos con quienes tenían contacto diario en Angola, Guinea Bissau, Etiopía y otros teatros de guerra. Arnaldo Ochoa, el más ilustre y prestigioso de todos, aparentemente trajo las tesis de Gorbachov a su regreso a Cuba, con las decenas de miles de soldados repatriados que lo consideraban su líder natural. En una sociedad tan hermética como la de Cuba, los militares dispusieron de acceso abierto a las publicaciones occidentales y a las variadas fuentes del saber. Posiblemente el contacto vivificante con sus colegas soviéticos contribuyó a ampliar sus inquietudes intelectuales. Desde el punto de vista del conocimiento podían considerarse una élite relativamente ilustrada.
En otro orden de ideas, la creciente militarización de Cuba ha ido fortaleciendo internamente a Raúl, el Ministro de la Defensa más longevo de la historia. Seis momentos han marcado su avance en el partido, al punto de llegar a ser el único hombre, fuera por supuesto del caudillo, con poder real y no vicario. El único posible en la sucesión. Los otros, los delfines de Fidel, emanados del poderoso Grupo de Apoyo al Comandante en Jefe (GACJ) tenían en general el ornato, la figuración y el manejo de la administración diaria y de la política exterior. De ese grupo salieron Robertico Robaina (el inteligente canciller defenestrado porque perdió el favor del caudillo) Carlos Lage, Felipe Pérez Roque, Carlos Valenciaga. Con Fidel lo fueron todo, sin Fidel, muy poco. Si siguen en la cumbre, cosa posible, será porque así lo disponga Raúl.
Seis momentos del ascenso de Raúl
Mencioné los seis momentos que, a mi juicio, contribuyen a explicar el por qué del creciente poder de Raúl. En general su hilo de conducción es la incesante militarización. Y decir militarización es, antes que nada, decir Raúl Castro, principal organizador y jefe directo de las FAR Por encima de él, sólo su poderoso hermano.
Primero, la oficialmente llamada Lucha contra Bandidos. Pocas guerrillas en América Latina fueron tan intensas y gozaron de tanto respaldo campesino como las que surgieron en 1960 en Cuba y se mantuvieron activas hasta 1966. A tenor de las fuentes oficiales de la época fallecieron unos 4 mil guerrilleros de la contra y probablemente algo menos de soldados del ejército cubano. La lucha se dio en las seis provincias que para entonces tenía Cuba y su apoyo campesino hace pensar que estaba relacionado con la arbitraria confiscación de tierras llevada a cabo por el INRA La represión fue brutal. Se dictó la Ley 988, por medio de la cual, además de confiscar todas las propiedades a los guerrilleros, permite fusilarlos inmediatamente por el solo hecho de estar alzados (2)
Pero en tan temprana fecha eran tales el prestigio de Fidel y la revolución, que el descomunal esfuerzo opositor pudo ser aislado y en esas condiciones derrotado. Poco después desapareció de la memoria casi totalmente. Importa destacar que la lucha fogueó al ejército cubano, cuyas filas, materiales y experiencia se multiplicaron. Raúl, ministro de la defensa, se afirmó como el segundo al mando. En el Debe resalta que los victoriosos cuan feroces militares fueron asociados a la bárbara represión. Aumentó su fuerza, disminuyó su popularidad.
Segundo, las guerras extranjeras, como medio de exportar la revolución. Aunque tuvieron bajas a veces intolerables, como las de la batalla de Cuito Cuanavale (*), las FAR se desempeñaron muy bien. El ejército cubano se fortaleció como nunca. Una élite de generales emanados de los combates dirigió guerras regulares, con divisiones motorizadas (infinitamente superiores a las inteligentes escaramuzas de Fidel, el Che, Camilo y Raúl) Varios de ellos fueron declarados Héroes del Pueblo Cubano. Obtuvieron victorias notables seguidas desde Cuba con la emoción que despertaban los grandes éxitos deportivos de los atletas del país. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) cobraron prestigio en la isla. Raúl Castro, su Ministro, ganó más terreno, con la circunstancia de que ahora los cubanos no sentían que los militares fueran represivos. Esas preocupaciones las dirigieron contra el Ministerio del Interior, con su elenco de comités de defensa de la revolución, ejército juvenil del trabajo, Tropas Especiales y las odiadas brigadas de respuesta rápida que humillaban constantemente a quien osara adelantar opiniones disidentes. Esta vez los militares ganaron fuerza y prestigio.
Tercero, el Tercer Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) celebrado en 1986. Las dificultades de la revolución se acumulaban, había una vasta exigencia de cambios. Fidel convocó ese Congreso con el objeto de rectificar el estilo, para tratar de desinflar con semejante concesión la presión generalizada. ¡Cómo si se fuera sólo un asunto formal! Una vez más su mejor aliado fue su hermano, quien aprovechó para colocar militares y civiles cercanos a él tanto en el Consejo de Estado como en el CC del partido (*) Cuarto , la defenestración de Ochoa y los jimaguas (**) La Guardia en la ominosa Causa 1 y luego del Ministro del Interior José Abrantes, serio rival de Raúl y hombre de la mayor confianza de Fidel, en la Causa 2. MININT y MINFAR, vale decir Ramiro Valdés y José Abrantes, titulares de MININT, por un lado, y por el otro Raúl Castro, ministro de las FAR, se engolfaron en una disputa de competencias extremadamente complicada. Abrantes era el responsable de la protección del caudillo. Es posible que Raúl resintiera la amistad de Fidel con ese obstinado rival suyo. MININT estaba organizando una gran fuerza militar además de sus estructuras internas de represión y espionaje, al punto que algunos pensaron que Abrantes sería el verdadero sucesor de Fidel Castro. Por causas inesperadas, Ochoa y luego Abrantes efectuaron movimientos que fueron percibidos como peligrosos. Cayó sobre ellos el peso de la autoridad de Fidel. El resultado fue que Raúl, sólido respaldo de Fidel en esta ocasión, le puso la mano a MININT al lograr que el general Abelardo Colomé ocupara la vacante dejada por Abrantes. De esa manera, Raúl pudo reunificar los dos poderosos ministerios bajo su directa influencia.
Quinto En 1989 el Politburó soviético comunicó a los dos hermanos que su propio drama económico le impedía seguir sosteniendo la voluminosa ayuda que durante treinta años le había brindado a Cuba, y, sobre todo, que la URSS no estaba ya en condiciones de ir a la guerra con EEUU si la isla fuera atacada. Alarmado, Fidel tomó dos medidas trascendentales: 1) reorganizó las FAR. Convencido de que la esperada invasión gringa sería inminente, encomendó a los ejércitos del centro, occidente y oriente –dirigidos respectivamente por los generales de cuerpo de ejército Quinta Solá, Leopoldo “Polo” Cintra Frías y Ramón Espinosa Martín- que organizaran la resistencia “asimétrica” en cada una de sus jurisdicciones. Les otorgó una gran autonomía y autosuficiencia para que respondieran al ataque de los marines en cualquiera de los lugares donde se produjera.
Cada uno debía actuar como si los demás no existieran. Sellaron una fuerte alianza con las direcciones provinciales del partido, dando lugar a la formación de nuevos poderes atrincherados en las regiones, más o menos desvinculados de las lejanas instancias partidistas nacionales y no necesariamente sometidas a Raúl. 2) decretó el inicio del Período Especial en Tiempos de Paz. Fue uno de los momentos más trágicos en la historia del fidelismo. Se puso de manifiesto que la revolución no se mantenía por sí misma, sino por la ayuda y el interés geopolítico de otros y al precio de una dictadura. Cuba estuvo cerca de convertirse en un protectorado soviético. La URSS le compraba productos de poco valor agregado (azúcar, cítricos, tabaco y níquel) y le proporcionaba el 80% del capital fijo industrial y absorbía el 64% de las exportaciones de azúcar, a precios superiores a los del mercado internacional y además garantizados. Cuba se convirtió en un erial improductivo. Muerto el sistema soviético, se precipitó al vacío. Nació así el Período Especial. El general de brigada Orlando Almagual Vidal, del núcleo raulista, comentó que la institución armada fue la única organización que se preparó con tiempo para enfrentar la emergencia, y sólo ella fue eficaz en medio del caos colectivo. Su esfuerzo por lograr el autoabastecimiento fue de una tenacidad admirable. Raúl dijo, con buenas razones, que alguna vez habría que elevar un monumento a las FAR por su desempeño en aquella época. Lógicamente, crecieron en flecha la influencia y el poder del ya indiscutible sucesor.
Sexto, las Corporaciones económicas. Al calor de las privaciones del Período Especial, Raúl obtuvo autorización de Fidel para constituir un holding de empresas militares destinadas a obtener divisas y producir ingresos con el fin de evitar que el tinglado revolucionario se desplomara. Se denominó Grupo de Administración Especial S.A (GAESA). Raúl le entregó la presidencia a uno de los generales más cercanos a él, Julio Casas Regueiro. Su yerno, el Teniente Coronel Luis Alberto Rodríguez se encargó de la gerencia general. Decenas de empresas se incorporaron al holding, que cubrió virtualmente la totalidad de las actividades económicas. Esta Corporación, junto a CIMEX y CUBALSE, los dos holding más grandes de Cuba, se echaron al hombro el país. Fueron organizados con formas de derecho privado, tuvieron libre acceso al mercado internacional, trabajaron con divisas y se sometieron a programas de mejoramiento empresarial utilizados por las empresas transnacionales del capitalismo. Aunque en esta materia y en las demás, Raúl no da un paso sin consultarlo con Fidel, no cabe duda que las ideas aperturistas son básicamente suyas. Pero lo más importante es que tiene hoy un gran control sobre la economía de Cuba.
El dualismo tecnológico y monetario en Cuba
Las indicadas Corporaciones constituyen el sector productivo de la economía cubana. Si desaparecieran, ni triplicando la caudalosa ayuda proporcionada por el presidente Chávez el Estado podría mantenerse en pie. El problema es que morfológica y fisiológicamente son empresas capitalistas. A Cuba la hunde su socialismo y la sostiene su capitalismo, dicho sea sin pizca de ironía. En el modelo cubano coexiste el sector rentable de naturaleza capitalista con el improductivo de sedicente socialismo. Las Corporaciones trabajan con divisas en tanto que las empresas internas lo hacen con pesos. Lógicamente éstas son improductivas. Sólo pueden funcionar con una asignación presupuestaria crónica que cubra sus saldos rojos. De hecho, al financiar al Estado las Corporaciones suministran los recursos que son usados para el salvamento de las empresas internas y la preservación de los puestos de trabajo. Pero tan aberrante paradoja ha creado una de las situaciones más injustas y explosivas, la popularmente conocida con el nombre de moneda dual.
Sólo los turistas foráneos y los cubanos que disponen de divisas o de pesos cubanos convertibles (CUC) con un valor casi idéntico al del dólar, pueden acceder a las tiendas diplomáticas, los hoteles y playas como Varadero y otros célebres centros de recreación. La mayoría del pueblo se limita a rumiar su descontento, irritada por tan salvaje discriminación. El poder adquisitivo del CUC es 24 veces mayor que el del peso normal, de modo que las remuneraciones no suelen alcanzar la altura del salario mínimo legal. Se comprende entonces que la lucha por unificar la moneda tenga un contenido revolucionario. En el incidente entre el estudiante Eliécer Avila y Ricardo Alarcón, una de las quejas amargas que brotaron –entre muchas otras tan importantes como esa- fue la de la doble moneda. Raúl Castro ha dejado ver que se propone superar gradualmente esta cuestión, como parte de su programa de reformas. Pero no es cosa que se resuelva de un plumazo. Antes es preciso realizar una profunda transformación del sistema económico
Frente a la esfera dinámica de la economía, que opera con criterios típicamente capitalistas (rentabilidad, ventajas comparativas, etc) se desenvuelven las empresas internas y las autogestionarias, que, como se ha dicho, operan con pesos cubanos no convertibles.
Generan empleos pero representan una enorme carga para Cuba por ser infértiles de hecho y también de grado, pues rechazan el espíritu de lucro y prefieren un sistema basado en la solidaridad. No se sostienen por sí mismas. Para garantizar su reproducción necesitan el subsidio estatal y la transferencia de recursos originados por las Corporaciones. Como se expone más abajo, ese dualismo tecnológico y monetario es una de las fuentes estructurales de la crisis y por lo tanto son de la esencia del debate que desató el discurso de Raúl del 26 de julio de 2007. A su contenido y destino me refiero luego.
Si no hay transacciones Cuba podría naufragar. ¿Es Raúl el líder necesario?
Raúl Castro tiene mucho poder político, militar y económico. De lo que carece es de popularidad. Una encuesta llevada a cabo en 1998 y 1999 entre más de mil emigrados cubanos llegados a EEUU reflejó que Raúl Castro era el menos respetado de doce líderes cubanos mencionados en la consulta. Sólo el 2% lo citó como figura nacional respetada. Incluso quedó por debajo de su subordinado el general Abelardo Colomé. Esta opinión sobre el Castro más joven está confirmada anecdóticamente por personas que han viajado a la isla, así como por desertores y refugiados (3) El conflicto entre su gran poder y su escasa popularidad, además de su propio temperamento, han inclinado a Raúl, hombre obligado a pactar, a buscar alianzas y compromisos. Fidel nunca lo necesitó. Imponía su voluntad y ya. Siendo el resultado de numerosos compromisos, a Raúl no se le puede juzgar por su pasado. Para sostenerse y llenar el inmenso vacío dejado por su hermano debe entenderse con los militares de los ejércitos territoriales que, como se ha dicho, tienen mucha autonomía y han forjado poderes locales propios. También con los comandantes históricos (*) que constituyen una instancia llamémosla moral y tienen acceso directo y personal al caudillo. Debe arreglarse con los delfines de Fidel incluso para que no se conviertan en eventuales mascarones de alguno de aquellos militares con poder.
Pierden en cierto modo el tiempo quienes para pronosticar las medidas que aplicará el nuevo Presidente del Consejo de Estado hurgan en la psique de Raúl o invocan sus actuaciones especialmente represivas desde el comienzo de la revolución. Es indispensable repetir y subrayar que, buscándolo o no, Raúl es un personaje que no puede flotar sobre la cabeza de los demás, como lo hizo siempre Fidel. Está obligado a pactar si quiere sobrevivir
Este hombre debe convencer a un partido, un ejército y un país desconcertados (y también esperanzados) por la ausencia de su impresionante líder. Por esas razones será la síntesis de una red de compromisos que le impondrán un sello, una impronta. Y lo primero que salta a la vista es que las fuerzas capaces de forjar esas alianzas y garantizar la gobernabilidad son los más importantes factores de presión en la sociedad cubana. Sus cumbres los representan. Se trata, pues, de un compromiso entre cumbres que en su conjunto forman la burocracia gobernante, o la nueva clase dominante, como dicen otros. La burocracia es financiada por las Corporaciones que, como se ha señalado, representan el sector dinámico. En ese sentido, el jefe actual de la burocracia es Raúl Castro. Una y otro comprenden que el futuro de Cuba –deseándolo o no- está en la expansión de las Corporaciones y en la apertura del país al capitalismo global.
Imaginar una regresión hacia el socialismo de la primera hora, sería tan incongruente e imposible como regresar a la era preindustrial para combatir el consumismo, o destruir los instrumentos automotores para volver a la tracción animal. El lector entenderá que no estoy emitiendo juicios de valor, simplemente examino corrientes que se imponen a las intenciones íntimas de sus protagonistas.
Las dos tendencias en pugna
El debate oficializado el 26 de julio de 2007 ha dado lugar a dos tendencias en medio de la inmensa variedad de los crepitantes temas abordados por los participantes. Cada una de ellas representa un modelo de desarrollo y organización del sistema social. Recordando los ítems de la revolución cultural china, podría decirse que mientras una emprende el camino capitalista, la otra se pretende defensora del socialismo. Puede reprocharse a esta óptica un cierto maniqueísmo, pero creo que en lo esencial se ajusta a la verdad aun cuando ambas corrientes hagan profesión de fe socialista y fidelista. El profesor de historia, investigador de la Universidad de La Habana y militante del PCC Pedro Campos Santos, ha definido, en el marco de esta polémica, lo que llamaré la tendencia autogestionaria, enfrentada, según sus propias palabras, a la burocracia neocapitalista. Semejante lucha ha desbordado los límites de la prudencia. Campos Santos dice que la burocracia debe ser echada y derrotada como lo fuera la invasión de Bahía de Cochinos.
Campos Santos ha ido delineando la naturaleza y programa de los autogestionarios (*). Destacaré los siguientes aspectos:
1) no puede confundirse comunismo con estatización y nacionalización de empresas. Este procedimiento traslada los medios de producción del sector privado a la burocracia, lo cual es una estafa: esa burocracia ocupará el lugar de la derrotada clase capitalista (**)
2) El timón de la economía debe trasladarse al universo social del sistema. A las cooperativas, empresas autogestionarias, y no a las grandes Corporaciones dominadas por la burocracia neocapitalista (*)
3) Si bien hay que oponerse a las Corporaciones y su pasión por la globalización y el mercado, es necesario aumentar los incentivos a los trabajadores por su cuenta, volver a los mercados campesinos y las ferias artesanales. Deben eliminarse la moneda dual y la ominosa tarjeta de racionamiento. El debate no puede ser tutelado y controlado por la burocracia, que domina los espacios mediáticos y con frecuencia desvía los asuntos importantes hacia lo anecdótico.
Las dos tendencias y el mercado. Contradicciones irreparables
Se aprecia en esta pugna que si una tendencia favorece el mercado por arriba, la otra lo propicia por debajo. Los autogestionarios de hecho proponen que se favorezca la pequeña empresa cuando menos en el nivel artesanal y agrícola. Por cierto, Lenin escribió que la pequeña producción genera constantemente capitalismo (*) Si tiene razón y en esto me parece que la tiene, las dos corrientes enfrentadas en la isla avanzan hacia el capitalismo pero por caminos encontrados. Veamos ahora dos cuestiones relacionadas que, según creo, son importantes: La primera es que el debate cubano sobre el modelo económico es inconciliable, se trata de posiciones excluyentes, con el agravante de que la burocracia no puede hacer concesiones sin destruir la gobernabilidad y el Estado mismo, ni los autogestionarios convenir sin rendirse La segunda es que notoriamente no aparece en la agenda el gran problema de la democratización política y las libertades democráticas. Quizá se esté manifestando la aspiración de encontrar una salida en el socialismo de mercado, conforme al modelo chino-vietnamita. Sólo que –entendámonos- es inconcebible un socialismo de mercado, como tampoco podría existir un capitalismo sin mercado. Lo que ha surgido con enorme ímpetu en esas dos naciones asiáticas es un capitalismo en la base con un partido comunista ejerciendo la dictadura política desde la cumbre estatal. Pueden desarrollarse como potencias capitalistas mientras se ufanan –mientras puedan- de seguir siendo socialistas. ¿Pero ese ardid sería factible en una pequeña isla, poco habitada, con un poderoso exilio a 90 millas y rodeada de democracias? ¿De la liberación económica a la liberación política?
A pesar de que la represión política en Cuba no cesa, muchos anticipan que una apertura económica susceptible de restablecer una relación viable de la isla con occidente y el mundo, desataría fatalmente presiones democratizadoras incontenibles. Todavía se trata de una posibilidad, desde luego. Faltan más elementos para hacer de la conjetura una convicción, pero las inquietudes estudiantiles que se han hecho visibles en Cuba o las inconformidades de los cantautores más famosos, no responden directamente a causas relacionadas con el modelo económico. En su esfera de interés sobresalen las garantías democráticas y las leyes fundamentales. De hecho, la firma por Cuba de los protocolos sobre libertad sindical y política proporcionan un fundamento legal que bien utilizado podría colocar el gran tema democrático en el centro de la polémica cubana. En ese caso, surge la lógica disyuntiva:
¿Recrudecerá Raúl la represión en la isla hasta el extremo de provocar algo parecido a Tienanmen? ¿O por el contrario, en la imposibilidad de contener la indetenible y muy arisca transición, intentará encabezarla? Para aproximar alguna respuesta empíricamente sustentada, tendríamos que analizar cuál pudiera ser la actitud de EEUU y la Unión Europea y si realmente puede comenzar el Deshielo en la literatura y las artes de Cuba, que algunos vemos avanzar como mancha de aceite (*)
¿Después de las próximas elecciones de EEUU cambiará la relación político-comercial entre las dos naciones? ¿Qué pasará con la Ley Helms-Burton, según la cual si Raúl Castro hereda el poder no se levantará el embargo? ¿Qué decir de las elecciones que entronizaron a Raúl Castro? ¿Ciertamente podría nacer en Cuba el fenómeno del Deshielo literario de los tiempos de Jruschov en la URSS?
Todas esas interrogantes serán respondidas en la Segunda Parte de este ensayo.
(1) Alcibíades Hidalgo Raúl Castro ¿sucesor de Fidel? Diario Las Américas 9 de junio 2005
(*) el incidente lo relata Norberto Fuentes en su obra La autobiografía de Fidel Castro, el paraíso de los otros Ediciones Destino S.A, Barcelona, España, 2005
(2) Juan Clark, Mito y Realidad. Testimonios de un pueblo Saeta Ediciones, Miami-Caracas, 1992
(*) en cierto modo una victoria pírrica, pero victoria al fin, del ejército expedicionario cubano contra el poderoso ejército de Africa del Sur)
(*) El Consejo de Estado es el Poder Ejecutivo, presidido siempre por Fidel hasta que fuera formalmente sustituido por Raúl. “CC” son las siglas de Comité Central, máximo órgano de dirección del Partido Comunista
(**) “gemelos”, en el argot de la lsla
(*) Se trata de Juan Almeida, Guillermo García, Ramiro Valdés y Raúl Castro. Son los únicos (aparte de Fidel, claro, a quien no puede ubicársele en grupo alguno porque reina sobre todos) que tienen el privilegio de ostentar el título de Comandantes de la Revolución, acceden directa y fácilmente al líder y ejercen algo así como un poder intangible, impreciso pero no por eso menos intimidante. Raúl es además el presidente del Consejo de Estado y Ramiro es miembro de ese órgano y del Consejo de Ministros. Viejas y ácidas discrepancias entre Raúl y Ramiro parecen superadas al calor de su básica coincidencia aperturista.
(*) Insisto: la expresión “tendencia autogestionaria” es mía. Ahora se verá por qué la denomino así
(**) A todas las revoluciones del siglo XX, sin excepción, les ocurrió lo mismo. La “nueva clase” nació siempre de la expansión de la burocracia y ésta fue el resultado de similar ecuación: revolución-expropiación de empresas privadas-formación de una burocracia o nueva clase en sustitución de la expropiada. En Venezuela ese nuevo estamento social ha sido popularmente bautizado con el nombre de boliburguesía Heinz Dieterich, algo desencantado de Chávez, es lógicamente más cauteloso: la llama nueva clase dirigente
(*) en un artículo que publicó en Granma, el caudillo hace duros reproches a quienes denomina los “superrevolucionarios”. Se refiere en primer lugar a “supuestos amigos” de la revolución, quienes desde el extranjero nos dan consejos supuestamente revolucionarios pero su contenido en neoliberal. Es fácil identificar a Heinz Dieterich como destinatario de esta críptica alusión, pero no cabe duda que también le viene al pelo a la tendencia “autogestionaria” del interior de la isla.
(*) El “Deshielo”, nombre tomado de una novela así llamada de Ilya Ehrenburg, fue un movimiento democrático de calle nacido de los escritores mismos y no del gobierno. En su lucha contra la vieja guardia estaliniana, Jruschov se alió a varios de esos escritores cuya popularidad era ya entonces extraordinaria. Por ejemplo, Yevstuschenco, Ehrenburg, Kataiev, Ajmatova. Ganaba aliados de calle que lo ayudaron a impulsar la desestalinización. Caído Jruschov, parte de la vieja guardia retomó el poder y canceló la liberalización, pero ya las cosas nunca más pudieron ser como antes. Ese fue el antecedente más robusto de la perestroika, que años después acabaría con los comunistas dogmáticos y en sucesión con el socialismo y con la Unión Soviética misma.
amermart@yahoo.com

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