Libertad!

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domingo, 13 de abril de 2008

Falsificar la historia

Fernando Ochoa Antich //

Hugo Chávez siempre trata de adaptar oportunistamente la historia de Venezuela a sus intereses políticos. El instrumento que utiliza para hacerlo es el aparato propagandístico del régimen. El enfrentamiento entre Bolívar y Páez es emblemático. No se detiene a estudiar las razones que condujeron a la separación de Venezuela de la Gran Colombia, sino que de una vez establece, con una simplicidad sorprendente, que Bolívar fue traicionado por José Antonio Páez y la oligarquía venezolana. Algo parecido ocurre con Ezequiel Zamora y la Guerra Federal. Transforma una guerra fratricida que destruyó a Venezuela en un hecho trascendente y a un caudillo de segundo orden en centro de nuestra historia.
Ese esfuerzo para distorsionar la verdad también lo ha venido haciendo con los hechos históricos que él mismo ha vivido. El 27 de febrero de 1989 fue un estallido popular ocurrido inesperadamente. No es fácil encontrarle una explicación sociológica a este doloroso hecho. La magnitud de los saqueos obligó al gobierno nacional de ese tiempo a utilizar las Fuerzas Armadas en el control del orden público. La falta de entrenamiento para ese tipo de operaciones de los efectivos militares y otros errores que se cometieron produjo la tragedia: 280 muertos y un número no determinado de heridos. Los medios de propaganda del gobierno chavista han transformado esta verdad en un hecho totalmente distinto: las Fuerzas Armadas salieron a la calle a masacrar intencionalmente al pueblo venezolano. El colmo de los colmos ha sido el caso de la muerte accidental del mayor Felipe Acosta Carles. Esta ocurrió, cuando el mayor Acosta dirigía una operación militar para restablecer el orden público en El Valle. Según la propaganda gubernamental fue un asesinato ordenado por algunos generales por ser miembro del Movimiento Bolivariano 200.
En la propaganda oficial sobre el 4 de febrero de 1992 se repite la misma historia. Una felonía militar que termina en un inmenso fracaso por consecuencia de la incapacidad militar de Hugo Chávez, lo transforman en un hecho heroico en donde él arriesga su vida en defensa de un hermoso ideal. La verdad es que Hugo Chávez fracasó militarmente por no haber apoyado el ataque a Miraflores en las primeras horas del golpe y permanecer detrás de los gruesos muros del Museo Militar sin combatir teniendo bajo su mando un batallón de paracaidistas muy bien apertrechado. Eso lo saben perfectamente sus compañeros de aventura. Lo inaceptable fueron los muertos: 34 jóvenes venezolanos que perdieron la vida por responsabilidad de Hugo Chávez.
El 11 de abril de 2002 exige un particular análisis. La propaganda oficial ha querido borrar de la mente de los venezolanos la verdad de lo ocurrido ese día: Hugo Chávez provocó deliberadamente la crisis política con los injustificados despidos de varios gerentes de PDVSA. ¿Por qué actuó de esa manera? ¿Por qué provocó la protesta de la oposición? Estoy convencido que quiso abortar una conspiración que se estaba organizando en el seno de las Fuerzas Armadas, creando las condiciones políticas para que los oficiales se decidieran a insurreccionarse antes de estar preparado para hacerlo. Esa es la única explicación posible que tiene la sorprendente designación del general Lucas Rincón Romero como ministro de la Defensa después del triste papel que jugó ese día. Lo que nunca se imaginó Hugo Chávez fue la magnitud de la manifestación de protesta. Tampoco creyó que un número tan importante de oficiales de su confianza saltaran la talanquera al conocer los hechos ocurridos alrededor de Miraflores.
La tesis de los francotiradores de la oposición es una falacia. Es imposible que pudieran ubicarse en las azoteas de los edificios cercanos a Miraflores, cuando los efectivos de la Casa Militar y miles de manifestantes chavistas tenían ocupado el centro de Caracas. Los disparos contra la manifestación de la oposición fueron realizados por efectivos militares y militantes de los Círculos Bolivarianos. La actuación de la Policía Metropolitana se limitó a defender a los manifestantes de esos disparos. Es posible que ellos también hayan utilizado sus armas, pero fue en defensa propia. Ayer, en la cadena televisiva organizada para conmemorar esos dolorosos acontecimientos, me dio risa escuchar a Hugo Chávez mantener sin sonrojarse que al entregarse detenido estaba arriesgando su vida. Al contrario, lo hizo para no combatir. Estaba plenamente seguro de que sus compañeros de armas le respetarían la vida.
Hugo Chávez había aceptado irse al exterior sin presentar mayores problemas. Fue un error no enviarlo de inmediato después de firmar la correspondiente renuncia. La reacción posterior de algunas unidades militares ocurrió por las equivocaciones políticas de Pedro Carmona y la incapacidad de los oficiales, que habían decidido desconocer la autoridad del presidente de la República, para garantizar el orden público en las calles de Caracas. La otra gran mentira es que en esos días haya habido algún gesto de valor en defensa del régimen chavista por parte de sus líderes. Los Círculos Bolivarianos manifestaron libremente ante la ausencia de un toque de queda y del necesario patrullaje militar. Los altos dirigentes del gobierno se encontraban todos escondidos y algunos hasta asilados en más de una embajada. Estas verdades no la puede cambiar la propaganda oficial del régimen chavista.
ferochoa@cantv.net
El Universal

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