Asdrúbal Aguiar //
La elección de monseñor Lugo le puso término a una hegemonía y tutela militar de 60 años
No somos tan diablos, ahora hasta tenemos un cura", espetó Hugo Chávez reunido con quienes, aquí sí, son sus verdaderos compañeros de la quinta paila: Cuba, Nicaragua, Ecuador y Bolivia. Nadie más.
En buena lid, las alianzas muy utilitarias de los presidentes de Brasil, Argentina, Uruguay y Chile con el régimen de Caracas, son sólo eso, asociaciones nutridas por el "cortoplacismo" y la astucia zorruna que hoy imponen las relaciones internacionales; caracterizadas por un cuadro huidizo de anomia, armadas sobre entelequias agonizantes como la OEA -medicatura forense del Hemisferio- y en medio de la acelerada desarticulación institucional interna que viven los Estados.
Éstos, como sujetos del mundo, y el ciudadano, como hacedor de la sociedad política, están siendo desplazados; los unos por el pandillaje y el otro por el servilismo o por el silencio. La patria de bandera, hija de la Revolución Francesa, le abre hoy senda generosa a muchas patrias de campanario -pequeñas logias religiosas, culturales y hasta políticas- que se ahogan sobre sí mismas.
El recurso al populismo humillante, ante la falta de alternativas, quizás sea el denominador común de coyuntura de no pocos gobernantes latinoamericanos, compartido también por el jefe de la Casa Blanca. Pero Lula, Kirchner, Tabaré y la Bachelet, no arguyen como Chávez y sus compinches sentirse hijos privilegiados del castro-comunismo declinante. Miran hacia adelante, o hacia los lados, y salvo alguna excepción no son presas del pasado.
De modo que, el armatoste político que Chávez titula ALBA: mismo nombre que le impuso al antiguo Hotel Caracas Hilton luego de arrebatárselo a una transnacional del Imperio, no es sino un club de mendigos ociosos en torno de otro que jura haberse sacado la lotería. De allí que ocupen su tiempo lanzando escupitajos al aire, sin agotarlo en un trabajo rendidor. ¡Que los miembros del Cono Sur, cabe decirlo en medio de sus iguales miserias, no rumian complejos coloniales, por respeto a sus pueblos!
De modo que, más allá del abuso de circunstancia al que nos tiene acostumbrado el inquilino de Miraflores -experto en hacer suyos logros ajenos y al no poder mostrar los propios- el Obispo hoy electo Presidente del Paraguay, hasta donde consta su testimonio, nada tiene que ver con esa asociación de entristecidos que se reunió en Caracas para darle oxígeno al mandatario boliviano, Evo Morales, cuyo trasero hace fuegos.
Monseñor Fernando Lugo, suspendido temporalmente y ad divinis por El Vaticano, alguna vez fue sensible, es verdad, a la Teología de la Liberación; que en el pasado compartieron la mayoría de los sacerdotes latinoamericanos y les aproximó a la izquierda política variopinta y no solo a la marxista. Pero de ese sarampión pocos salvaron y de él quedó una enseñanza que no puede secuestrar el clan de los revolucionarios castro-bolivarianos: la preocupación por los pobres y por la inclusión tanto social como afectiva.
Lugo ha sido consistente en su adhesión fiel a las enseñanzas sociales de la Iglesia Católica y al apenas asumir ha dicho, además, que su ejemplo será Tabaré, con quien tiene "sintonía absoluta". Y ello por una razón ajena a su condición sacerdotal y al estilo mostrado por la coalición uruguaya que lo inspira: "porque ésta afronta las discrepancias a través del permanente diálogo". Nada más lejos esto, entonces, de la conducta soez, asocial, divisionista, conflictiva, como de esa obsesión colonial que es más grave que su antiimperialismo, y sobre todo socarrona que anida en el espíritu del soldado de Sabaneta: suerte de "sanchopanza" y más allá de sus arrestos -que no son sino eso, arrestos- de camorrero regional.
En las elecciones del Paraguay y con la elección de Monseñor Lugo se le puso término a la hegemonía y tutela militar que rigiera en ese empobrecido país durante 60 años; la que intenta prorrogarse en Venezuela bajo el mando de Chávez. Concluyó el monopartidismo colorado, algo así como el que busca recrear en nuestros fueros el PSUV, lleno de autómatas "rojo rojitos". Y, además, llega a su fin un sistema de gobierno paternalista que hizo de la corrupción el eje histórico de su proceder; práctica nada distinta de la establecida por la revolución bolivariana -adiestrada desde La Habana- para la dilapidación de los dineros de Pdvsa y para el financiamiento de su "eje del mal", y también para ayudar como lo ha hecho a la narcoguerrilla bolivariana del finado comandante Reyes.
No nos equivoquemos ni nos dejemos provocar por el golillero de nuestra casa. A Dios lo que es de Dios, y a este diablo todo lo demás. correoaustral@gmail.com
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