Axel Capriles M. //
Veremos las secuelas de un Estado que intentó apoderarse de la sociedad
En su obra "Delirios extraordinariamente populares y la locura de las multitudes" el periodista escocés Charles Mackay describe todo tipo de manías, modas y demencias colectivas pero no la Estado manía. Ésta, sin embargo, es una de las variantes de locura política más contagiosas y recurrentes en la historia de la humanidad, un delirio que nuevamente cobra fuerza en Venezuela bajo el modelo socialista impuesto por la oligarquía revolucionaria.
¿Por qué un pueblo aparentemente sensato acepta la hipertrofia del Estado y su intervención en casi todos los aspectos de la vida económica y social a pesar de que sus efectos perversos han sido reiteradamente constatados? No se trata de pensar, como los viejos anarquistas, que todo Estado tiene carácter de clase y quien lo controla deviene clase dominante con intereses particulares, sino de analizar lo que significa para una sociedad contemporánea que el Estado se ocupe tanto de vender noches de hotel y de decidir el precio justo (¿doctrina medieval?) del pargo, el roncador o el coro-coro, como de ordeñar vacas, en sacar cemento y administrar un teleférico.
El Estado-Nación tuvo una razón histórica y nació con el tratado de Westfalia al final de la guerra de los 30 años. Hoy, casi 400 años después, las sociedades se han hecho demasiado complejas y sumamente diferenciadas como para que un Estado las vigile, dirija, regule y controle como único representante de lo público. Mientras en nuestro país se acepta con naturalidad que el Estado sea dueño de nuestras principales riquezas y actúe monolíticamente sin división de poderes, las naciones modernas occidentales propician formas de gobernanza alejadas de los poderes jerarquizados y extienden la democracia hacia la sociedad civil. La manía es una condición afectiva caracterizada por la euforia, la grandiosidad, el exceso de actividad y la sensación de poder realizar todo. Pero así como la manía es, con frecuencia, seguida de depresión, pronto veremos las secuelas de un Estado que, enemigo de la diversidad, intentó apoderarse de la sociedad.
acaprile@ucab.edu.ve
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