Un coco sin agua y sin carne
Álvaro Benavides La Grecca
Chávez olvidó que para que la comunicación sea exitosa, deben ser coherentes el fondo y forma
Por muchos años les hizo creer que le importaban. Que había llegado a Miraflores para redimirlos y que, por fin, la hora de la justicia les tocaba la puerta. El trueno de su voz los emocionaba y alentó en ellos la esperanza de una vida mejor.
Esa voz, y su igualmente poderosa expresión gestual, le sirvieron para tender el puente por el que cruzaron los feligreses con los que comenzó la construcción de su religión. Usó muy bien esos recursos y es probable que al principio haya en verdad creído que era el elegido para dignificar a los pobres.
Lo que impulsó el éxito inicial de Chávez en su campaña electoral y durante los primeros tiempos de su gobierno fue que supo conectarse con sus audiencias en el plano de lo emocional, y por medio de su voz y de su lenguaje corporal supo comunicarles lo que querían escuchar. Lo escuchaban en vilo, levitaban y se montaban en el tren de sueños que sembró en ellos: hacían y creían según Chávez. Las emociones que despertaba en muchos eran el motor que daba fuerzas a las suyas.
Hubo promesas, muchas promesas, y muy bien comunicadas. Sigue habiéndolas, pero ya no se las creen. Esa incredulidad se exuda en los mitines, es lo que se transa.
Hastiada ya la feligresía por la palabra hueca del líder, porque nada se concreta, mengua la fuerza de las emociones. La alharaca es postiza, no le sale del alma ni les llega al alma. La derrota del 2D lo ubicó en su trágica realidad y se quedó sin fuelle. Ya no emociona, porque los derrotados no emocionan.
La magia de la comunicación ocurre cuando lo que se transa entre quien emite y quien recibe los mensajes es intenso y se siente en el cuerpo. En ese proceso, fascinante, también se intercambia mucha pasión. Chávez logró esa magia, que hoy está desvanecida y su voz no es el trueno que fue. Ahora es la de un gritón de triste mirada que mueve los brazos y suda. Sus gritos suenan hoy como los destemplados berrinches de Jorge Rodríguez y de Rafael Ramírez, porque su público ya no es espontáneo.
Desde hace mucho tienen que llenarle a realazos los espacios para crearle la ilusión de una audiencia viva, pero que en realidad es mecánica y desangelada como él, puesto que ahora lo que se transa entre ellos es el dolor de la derrota.
Es por eso que Carlos Blanco, con mucho acierto, afirmó en su columna de este mismo diario el domingo pasado, que "Hasta la agitación bélica de la palabra presidencial dejó de ser una convocatoria guerrera para convertirse en ruidoso bostezo¿" .
Chávez olvidó que para que la comunicación sea exitosa, para que pueda seducir al otro, es indispensable que haya coherencia entre fondo y forma. Y que ambos se alimentan el uno del otro. Creyó que bastaba con decir bien todo lo que se le ocurriera, y que todo se resuelve con gritos y puñetazos en el aire. Lo que al final ha quedado es un coco sin agua y sin carne. Pura concha.
abenavideslagrecca@gmail.com El Universal
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