Libertad!

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domingo, 24 de febrero de 2008

Relaciones internacionales histéricas

Relaciones histéricas


Saul Godoy Gómez


Cuando las relaciones internacionales se desprofesionalizan, nombrando amigos y pagando favores políticos con embajadas y cargos de representación en instituciones internacionales; cuando la diplomacia se asume de manera personal, como si los países tuvieran relaciones con personas individuales y no con pueblos, con sus intereses, empresas e instituciones; cuando las personas encargadas de las relaciones con otros países asumen una ideología que creen su deber imponerla a sus vecinos, lo más probable es que, en algún momento, se cometan errores muy costosos y peligrosos.
La mayor parte de los países del mundo tienen detrás de sus relaciones internacionales una organización diplomática institucionalizada, es decir, con una tradición, preparada y dispuesta a defender los intereses de sus países de manera profesional. La buena diplomacia toma tiempo, mucho estudio e investigación, perseverancia, planificación y contactos a múltiples niveles, es una actividad compleja que es imposible que pueda ser asumida por una sola persona.
Cuando dos jefes de Estado se sientan frente a frente, cada uno debería saber quién es el otro, qué lo motiva, cuáles son sus intereses, en qué pueden ceder en una negociación y en qué no, quiénes lo acompañan, sólo de esta manera pueden los países lograr un nivel de igualdad y oportunidades reales de transacción, de comunicación y de resultados.
No sucede lo mismo cuando el jefe de Estado hace lo que le da la gana, se guía por sus instintos, se las cree el más "vivo", no responde a los intereses de su país ni representa a nadie, ni a él mismo, cree que la diplomacia es un concurso de popularidad o de quien habla más y mejor, se hace, sin saberlo, la víctima propiciatoria de las agendas ocultas, de intereses foráneos y de los manipuladores de oficio, capaces de enredarlo en turbias situaciones y declaraciones, en las que no tenía la menor intención de verse involucrado en un principio.
Es verdaderamente una inocentada pretender ir a una reunión diplomática a ser "sincero", a comportarse de manera tan abierta, al punto de hacerse vulnerable a ataques o componendas, esas expresiones de "yo doy la cara", "digo lo que pienso", son magníficas en la retórica diplomática, pero graves debilidades de un advenedizo sin experiencia en los foros internacionales.
Presidentes de personalidades débiles, nuevos ricos, recién vestidos e ignorantes, son el almuerzo favorito de los viejos zorros de la diplomacia, los huelen a kilómetros y se les pegan como garrapata hasta dejarlos secos, haciéndolos creer que son sus "amigos" y hermanos, y obteniendo sendos beneficios del inocente muchachón; ser imprudente y directo, no son virtudes en el mundo de las relaciones internacionales.
Pero igualmente es peligroso sostener relaciones "cercanas" con este tipo de personas, por no decir países, por complacer al "amigo" se pierde el contacto con la "verdadera" nación y sus ciudadanos, por lo general las "vedettes" internacionales no representan a sus países, son tiranos que tienen secuestradas a las instituciones y se abrogan su representación, lo cual tiene el riesgo de agriar las relaciones futuras con los nuevos líderes de ese país. Se trata de amistades que matan, que ensucian, que salpican y que deterioran las imágenes de los líderes incautos, la amistad entre los hombres es una cosa, la amistad entre jefes de Estado es otra, confundirlas es una tontería.
A los jefes de Estado que les guste un cuentacuento, un chistoso, un cantante, un guapetón de barrio como compañero de barra en un bar, deben cuidarse de tenerlo al lado en una cumbre o en una conferencia de jefes de Estado, por lo general este tipo de personas son incapaces de hacer la diferencia entre un lupanar y el estrado de oradores de las Naciones Unidas.
Las vedettes de las que hablamos les encanta un micrófono, las cámaras, ser el centro de atención y compulsivamente dan declaraciones que las inventan en el momento, responden preguntas sin el menor sentido de la responsabilidad con sus países, no les importa hacer el ridículo ya que carecen de este importante sentido, les encanta "tocar", abrazar, apretar, besar, manosear a sus interlocutores con la falsa creencia que de esta manera rompen el hielo, caen simpáticos o hacen "contacto", no les importa el protocolo, ni las formalidades, para ellos estar entre sus "pares" significa que los otros tienen sus mismos vicios, formación y apetencias.
Les gustan las cumbres y reuniones de jefes de Estado ya que allí pueden lucir sus habilidades histriónicas, ser el "alma" de la fiesta, o dependiendo de con qué pie se levantaron de la cama, insultar, descalificar y mostrarse impertinente con sus anfitriones.
Por lo general, los presidentes que no cuentan con una institución diplomática que los respalde no tienen la menor idea de lo que significa un compromiso o negocio internacional, ni las consecuencias que sus acciones pueden traerle al país en el momento de romper relaciones, desconocer un contrato o insultar a otro jefe de Estado, para ellos la idea de que son "soberanos" es una patente de hacer y decir lo que les da la gana y en este sentido, como no admiten sus propios errores siempre andan buscando a un chivo expiatorio a quien echarle la culpa de su ignorancia.
Este tipo de político le gusta andar con su trouppe de aduladores y guardaespaldas quienes le sostienen las maletas llenas de dinero y de convenios y acuerdos imposibles de cumplir, pero que les gusta firmar para dar discursos y oírse ellos mismos. Finalmente, hago una aclaratoria, no es cierto que un jefe de Estado sea el reflejo del país, para bien o para mal, los hombres que rigen los destinos de las naciones son "accidentes" de la historia, que en ciertos casos pueden resultar tremendamente vergonzosos y hasta peligrosos para sus pueblos.
percival367@yahoo.com

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