Ricardo Gil Otaiza Tascón en su salsa
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Siempre se ha dicho que "al que a hierro mata a hierro muere" y hoy la sentencia se ha cumplido con singular exactitud en el estercolero de nuestra política. A Luis Tascón, niño mimado del entorno presidencial, talibán mayor de la Asamblea Nacional, hoy le toca beber un poco de su propia medicina.
Él, autor de la famosa lista que satanizaba a quienes firmaron contra el Presidente, excluyéndolos de manera aberrante de cualquier posibilidad de trabajo y cercenándole sus derechos ciudadanos, es excluido del PSUV por haber hecho públicas unas denuncias de supuesta corrupción en contra del hermano de Diosdado Cabello.
Es decir, hoy Tascón "descubre" (pobre inocente) que en el seno de su revolución es un delito disentir y denunciar la corrupción que carcome como marmita las bases del denominado "proceso".
Hoy Tascón ha comprendido lo arrecho que resulta llevar palo por hablar, por hacer uso del derecho que se tiene a expresar de manera libre las opiniones que no beneficien al gobierno. Tascón hoy se percata del tremendo follón que es su revolución y se retuerce ante la infamia que vive en carne propia y que han sufrido -y sufren a diario- cientos de miles de venezolanos que no acompañan a Chávez en su propio delirio de grandeza. Que se prepare Luis Tascón porque bien conoce la ira de su "jefe".
Resulta un absurdo que se excluya al diputado del seno del PSUV cuando éste es apenas una mera abstracción. Es decir, nadie puede excluir a Tascón de un partido político que no está constituido, y menos aún lo pueden anunciar voces no autorizadas como la de Diosdado Cabello (juez y parte del proceso) y Jorge Rodríguez, porque nadie puede arrogarse una autoridad no conferida por la mayoría.
A las claras lo sucedido es una respuesta política desarticulada y torpe ante un hecho comunicacional concreto -como lo es una denuncia ante la comisión respectiva de la AN- que vendría a enrarecer aún más el clima de descontento y pugna interna del oficialismo, y que podría terminar en una grave implosión.
No es un secreto las constantes desavenencias entre los "rojitos" que son ventiladas sin pudor ante la opinión pública, que dejan claramente establecido que cada cual busca su cuota de poder y lo que menos interesa es el bienestar del colectivo nacional.
Lo que hoy vive el diputado Tascón es una muestra fehaciente del régimen de imposición de ideas que se ha venido implantando en el país, y del cual él es corresponsable y actor principal. Resulta grave el que se hagan denuncias sustentadas sobre casos de corrupción y que quien las haga resulte de alguna manera inculpado y hasta vejado. Ese sistema de complicidades que desde hace mucho tiempo se ha erigido en este país como plataforma para encubrir y acallar atrocidades, hoy cobra mayor fuerza y amenaza con llevarse por delante cualquier intento de desmontaje y de disenso.
Nada de lo que hagamos los ciudadanos de a pie tendrá algún peso específico en nuestra sociedad, si vemos espantados como a un personaje bien conectado con el gobierno le pasan la aplanadora política por osar, por pretender ser honesto consigo mismo y con la nación.
El caso Tascón no es otra cosa que una manifestación del grado de descomposición política existente, que nos lleva a empujones hacia un desbarrancadero institucional sin precedentes en nuestra historia contemporánea. El que hoy este diputado andino se cocine en su propia salsa, tal vez sea un signo aparente de posibles giros en la política nacional. Esperemos, pues, a ver qué pasa.
rigilo99@hotmail.com El Universal
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