Libertad!

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sábado, 23 de febrero de 2008

El reloj mortal-Fidel

Eli Bravo //

Fidel: su cuerpo acabado por la enfermedad es la metáfora de su legado
Hubo un tiempo cuando el nombre de Fidel tronaba duro en mis oídos. A mediados de los 80, en los católicos pasillos de mi universidad Andrés Bello, para algunos estudiantes hablar de Cuba resultaba excitante: festival de cine en La Habana, nueva trova, David versus Goliat, la medicina revolucionaria, el socialismo posible, en fin, el cuento de la utopía en grageas para consumo de jóvenes impresionables ante una sola cara de la moneda.
Ya me resultaba incómodo que Fidel tuviese 30 años atornillado al poder, pero cuando visitó Caracas en 1989 para la coronación de Carlos Andrés Pérez, causando un revuelo periodístico con su porte de vedette y su retórica incendiaria, debo confesarlo, su imagen de mito latinoamericano todavía aguantaba las críticas.
Diez años después, ya en Miami, su nombre traía malos vientos. En las historias de los exilados, en las noticias amarillas o a full color, en la terca realidad que siempre se impone, Fidel se convirtió en una pesadilla, una dictadura, un fracaso. Tras la máscara del mito pude ver la sombra del hombre que engañó a su gente. Cuba podía ser el Buena Vista Social Club, el alma de un pueblo tiene raíces profundas que escapan a las circunstancias, pero también, era el drama de los presos políticos y de los balseros que huían porque la isla les resultaba una cárcel.
Y ahora Fidel se apaga. La historia jamás lo absolverá. Su cuerpo acabado por la enfermedad es la metáfora de su legado: una lucha perdida, un sueño ajado que terminó en resaca. Un hombre y sus circunstancias que se evapora para alivio de los cubanos. Un muerto en vida que se entibia entre el odio y la lástima. Sin poder, Fidel es un amasijo de carne y tendones. Su nombre va perdiendo peso. Es cuestión de un ventarrón para que desaparezca en el aire. Su tiempo se ha terminado.
No viví el amanecer de la leyenda, pero asistí al atardecer del mito y el ocaso del ser mortal. Y como sucede siempre, pesa más el legado que todas las promesas hechas. El lugar de Cuba en este mundo que vivimos es la prueba más contundente de que un hombre puede orquestar el desastre, y peor aún, que siempre existirán seres humanos que lo acompañen.
Y no puedo evitar preguntarme:
¿Cuál es la hora en el reloj de Hugo Chávez?
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