Libertad!

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domingo, 17 de febrero de 2008

Recordando a Fujimori

Sin segunda intención
Por:Manuel Caballero


Juro por todos los dioses que aquí sólo estoy hablando de Perú
Lo que mis desocupados lectores van a leer de seguidas no es un trabajo histórico con todas las de ley, ni un reportaje y ni siquiera un artículo de opinión, sino un simple ejercicio de memoria. Hablaremos del Perú, y si no aclaramos que cualquier alusión a personas vivas o muertas o a situaciones pasadas o presentes es pura coincidencia, es porque buena parte de, si no todos, los aludidos están vivos y el pasado no solamente es real, sino que está tan cerca que se confunde con el presente.
Para comenzar, recordaremos que Alberto Fujimori fue electo lo más democráticamente del mundo, por una mayoría que comprendía al APRA, su enemigo mortal, el cual en un arranque de ceguera, le dio sus votos para cerrarle el paso a Mario Vargas Llosa. De resto, jugó aquí no sólo el voto castigo, sino las ganas de contar con una buena escoba para "barrer la podredumbre" del país.Un fantasma recorre...
También contribuyó a eso la ola de la "antipolítica" cuyo fantasma recorría el mundo; la cual tenía como soporte principalísimo los medios de comunicación masiva, cuya bête noire eran los partidos políticos a los que sin razón o con ella, se les hacía aparecer como la abominación de la desolación. El fin era llegar a sustituirlos para imponer una política y hasta un presidente, siguiendo la huella de la "operación Collor de Melo" en Brasil.
En América Latina al menos había resistencia a considerar su gobierno como de derechas. Entre otras cosas, se había empeñado en destruir ese APRA que lo había electo (así paga el Diablo) y acabar con el partido de Haya de la Torre había sido desde siempre uno de los sueños de la izquierda. Así, cuando Fujimori decidió cerrar el Parlamento y el Tribunal Supremo de Justicia, no se vio allí el propósito de liquidar el equilibrio de los poderes, sino la voluntad de acabar con la politiquería y el charlatanismo corrupto típicos del "cretinismo parlamentario", para emplear la gráfica expresión de Lenin. Un insobornable radical
Es así como hasta en Venezuela, un insobornable radical como nuestro buen amigo Moisés Moleiro, llegó a pedirle públicamente al presidente Caldera que diese "un fujimorazo" para cerrarle el paso al sabotaje de su gobierno que desde el Parlamento, estaban practicando adecos y copeyanos.
Fujimori parecía dispuesto, además, a complacer todos los gustos. Por una parte, se dedicó a aplicar el programa económico que, en principio, iba a poner en práctica Vargas Llosa si ganaba las elecciones. El alzamiento de los hermanos Umala en su contra ratificaba paradójicamente, el certificado de institucionalismo que le habían firmado los electores. Y su lucha bastante exitosa contra los criminales de "Sendero Luminoso" le ganaba también el apoyo de un electorado harto de ineficacia e ineficiencia. Como remate, las Fuerzas Armadas lucían tranquilas, seguro como estaba su sector más "gorila" de que la presión que ejercían sobre Fujimori no era una violación de sus prerrogativas constitucionales, no era un amor forzado sino mutuamente consentido.Dos vicios siameses
Pero poco a poco al principio, y luego más aceleradamente, con el respaldo de las Fuerzas Armadas, se fueron revelando en Fujimori dos vicios siameses típicos del autoritarismo: la hipersensibilidad ante la crítica y el deseo de quedarse en el Palacio (de Pizarro, lo llaman allá) hasta la consumación de los siglos.
Con su ego inflado hasta el extremo límite gracias a una primera reelección, Fujimori entró en campaña para lograr sus dos objetivos: silenciar la crítica y hacer aprobar las reformas constitucionales que le permitiesen hacerse reelegir una tercera vez (pora horah decían sus aduladores a quienes ese trabalenguas les sonaba a japonés).
Lo primero es lo primero. Comenzó entonces una guerra sucia contra aquellos medios de comunicación masiva, contra aquellos canales de televisión que mostrasen o pudiesen mostrar veleidades de independencia frente a la verdad oficial. La acusación más frecuente es que ellos eran potenciales o actuantes "traidores a la patria", y la prueba era que el más fuerte de ellos era propiedad de un judío nacionalizado.Doble nacionalidad
De nada valía replicar que Fujimori gozaba del privilegio de una doble nacionalidad nipo-peruana. Al propietario de la televisora se le despojó de la peruana. Y eso era apenas el comienzo: seguro habrían regados por ahí muchos escondidos o semiclandestinos traidores a la patria a quienes les esperaba ir a morder fuera "el amargo pan del ostracismo" o algo peor aún, porque el fujimorismo era "pacífico pero armado".
No se puede hablar de sucesión de acontecimientos o de políticas, porque como dijimos, se trataba de vicios siameses: lo otro era dar pasos de gigante en lo que con la supresión de la opinión crítica pretendía ocultarse: la reelección presidencial permanente, continua, reincidente o vitalicia. Como los electores no quisieron entrar por el aro, Fujimori sacó de las amplias mangas de su kimono su carta definitiva: las tramposerías del Consejo Nacional Electoral del Perú.
Como decíamos al principio, este es un ejercicio de memoria, y ella no es infinita. De hecho, se me olvidó el resto de la historia. ¿Podría alguien decirme dónde está ahora Fujimori?
P.D.: Nunca le hago mucho caso a los grafitti y en ocasiones me molestan cuando afean algunos espacios públicos. Pero no puedo resistir la tentación de celebrar el ingenio de quien escribió esto en una pared de Santa Fe Norte: "Quien Marulanda, mal acaba".
hemeze@cantv.net. El universal

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