Miguel Sanmartín //
El Gran Líder se granjea enemistades, rebeliones y divisiones internas
Inflación, inseguridad, desabastecimiento y desempleo siguen siendo los macro-tormentos del régimen. (No retroceden).
Pero también le afligen los escándalos cada vez más frecuentes y grotescos por las corruptelas de la burocracia y militancia revolucionaria. Asimismo le pasan factura las víctimas del abuso de poder y del envilecimiento institucional. De la misma manera le agobian las ardorosas protestas del soberano y los impacientes reclamos laborales tanto en el sector privado como en el público. (Escenario sombrío).
Toda esta conmoción social turba al Gran Líder que, semana a semana, observa agitado la disminución irremediable de la popularidad que antes extendía como alfombra roja en su empecinamiento fallido de encaminar al país al esperpento de socialismo del siglo XXI.
El intervencionismo y la rabiosa promulgación de leyes para controlar la economía; la invasión y confiscación de propiedades privadas además de la estatización de empresas con el consecuente efecto sobre la producción, el empleo y los precios; los desmanes, ultrajes, acusaciones y coacción indiscriminada con su secuela de hostilidad e incertidumbre; y los daños y consecuencias de distinta magnitud de los cuales han sido víctimas individualidades y sectores de la vida nacional están haciendo mella en la credibilidad, confianza e imagen del Gran Líder y en los resultados (estrepitoso fracaso) de su gestión y proyecto autocrático y de eternización en el poder.
El régimen estatista-militarista y su conductor pretenden actuar como si nada ocurrió en diciembre pasado cuando la sociedad venezolana se pronunció en contra de la cubanización del país. Desestimar aquel imperativo mandato del soberano, así como pretender esconder debajo de la alfombra roja rojita la anarquía, la inmoralidad, la criminalidad, la carestía, el alto costo de la vida y el deterioro generalizado, lo mismo que secuestrar los derechos candidaturales de los aspirantes oficialistas a gobernadores y alcaldes, muchos de ellos más influyentes que él en sus respectivas entidades, le está granjeando al Gran Líder enemistades, rebeliones y divisiones internas y el repudio e impaciencia del conglomerado nacional, incluyendo antiguos afectos, hoy muy desencantados con él.
La gobernabilidad, subsistencia económica y paz social requieren mucho más que aflojar el lazo opresor cuando la sociedad rechina. Pasa por lanzar al basurero de la historia el modelo hegemónico, personalista, centralista, inquisidor y transgresor de libertades públicas. Pasa por respetar derechos individuales y colectivos de los ciudadanos, su independencia, privacidad y bienes. Pasa por la reconciliación, la tolerancia, el consenso, la justicia, la equidad y la inclusión sin condiciones. Y pasa, sine qua non, por el cumplimiento de la constitución y las leyes y por el acatamiento de los preceptos y lapsos que estas establecen a los gobernantes. ¿Será?
msanmartin@eluniversal.com
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