Libertad!

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sábado, 22 de marzo de 2008

Balada guerrillera

> En febrero de 2001, mientras investigaba para mi libro sobre las guerras> olvidadas, conocí a Iván Ríos, el comandante de las FARC que fuera> recientemente ejecutado por su propio jefe de seguridad y guardaespaldas,> en algún lugar de la frontera entre los departamentos colombianos de> Caldas y Antioquia.>
Los periódicos de esta mañana dicen que tenía cuarenta años. En mi memoria> era un poco más viejo.> En cualquier caso, era el más joven de los siete miembros del secretariado> general de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, o FARC.>
Era también el más cultivado del grupo, quizás el más inteligente, y el> único que había estudiado en la universidad en Medellín.
Antes de pasar a> la clandestinidad se llamaba Manuel Muñoz Ortiz, y su relación con el> líder supremo de las FARC, Manuel Marulanda Vélez, de sobrenombre> "Tirofijo", era muy estrecha. Pertenecía al círculo íntimo de Tirofijo.> Como dijera Osama bin Laden de otro intelectual brillante, Omar Sheikh,> era una suerte de hijo adoptado.>
Puedo verlo ahora en su bunker de Los Pozos, en medio de la jungla> amazónica, exponiéndome la serie de eventos que lo llevaron, un joven y> estudiado marxista que había crecido con el castrismo y leído en detalle a> los escritores Louis Althusser y Charles Bettelheim, a unir sus fuerzas> con uno de los más sangrientos movimientos guerrilleros del planeta.>
Puedo verlo: tranquilo, sereno, encarnando al "asesino delicado" de Camus;> un hombre que había aprendido a vencer sus recelos. Era como un Kaliayev> cuyos años de soledad y de aislamiento en una jungla, cuyas paranoia y> oscuridad probablemente lo convirtieron en un salvaje e iracundo Stepan> Fedorov: inhumano, desprovisto de escrúpulos o dudas.>
Todavía puedo verlo, su emaciada silueta, su cabello bien peinado, su> barba impecablemente mantenida, hablando como un profesor que analiza una> ecuación extremadamente compleja, explicando sin el menor azoro la> "profunda justicia" de los secuestros planeados por las FARC, de Ingrid> Betancourt, entre otros.>
Lo recuerdo hablándome mientras caminábamos hacia el pequeño aeropuerto> rural donde se esperaba la llegada de Camilo Gómez, el Alto Comisionado> para la Paz del Presidente de Colombia.
Ríos empleaba sus habilidades> dialécticas para convencerme de que el cultivo de coca, la militarización> de los laboratorios clandestinos donde sería refinada, el tráfico de> cocaína y su comercialización masiva al servicio de las metrópolis del> Imperio Americano, todo eso era una forma de resistencia a la opresión, un> modo para que campesinos empobrecidos quebrados por los capitalistas se> defendieran a sí mismos, una respuesta políticamente correcta al deterioro> de los términos de intercambio entre Norte y Sur implantados por las> corporaciones estadounidenses.>
Rara vez en mi vida me he topado con una racionalidad tan desquiciada.> Nunca había estado tan cerca de esta clase de degeneración ideológica,> convertida en la coartada glaseada de un gangsterismo puro.> Ahora el hombre está muerto.> Veo las fotos publicadas hoy por la prensa colombiana. Todo lo que queda> de su cara, donde a veces divisé una sonrisa furtiva, una mueca> ligeramente demente que se borraba lentamente, es su máscara mortuoria que> sobresale de la sábana de plástico blanco con la que su cuerpo fue> amortajado.>
Recuerdo su elegante gesto al señalar un mapa clavado en la pared del> bunker, mostrándome la zonas de los departamentos de Huila y Putumayo> donde aparentemente los gringos habían estado rociando defoliantes como> los que una vez usaron en Vietnam.> Su mano derecha cortada fue entregada por Pedro "Rojas" Montoya, el> guerrillero que lo mató. Rojas también llevó el pasaporte de Ríos y su> computador personal al comandante de la guarnición de San Mateo, que> durante semanas había rodeado a las FARC.>
En verdad, oscilo esta mañana entre, no dos, sino tres sentimientos.> Primero, una cierta emoción (¿por qué no admitirla?) al recordar esa mente> extraviada, esa brillante inteligencia que, aun el día que exponía sus> intolerables sofismas, era oscuramente seductora.> Luego, una verdadera satisfacción, porque las FARC, este gang, esta mafia,> está ahora en una racha perdedora, ya que la muerte de Ríos siguió de> inmediato a la de su compañero del secretariado, Raúl Reyes, el 1? de> marzo, lo que quizás signifique que se acerca la largamente esperada> rendición de las FARC.>
Por último, el pensamiento esencial--no, más que el pensamiento el> temor--sobre el destino de los rehenes en general y de Ingrid Betancourt> en particular, en las horas y días que vienen. ¿Quién puede decir como> actuarán estas bestias salvajes, estos perros de la guerra, cuando> perciban que han sido acorralados?
Y cómo--a pesar del horror, de los> crímenes, de los errores inerradicables de estos años de terrorismo> ciego--pudiéramos no rezar por el comienzo de un último, un verdaderamente> último diálogo: uno que salve a los inocentes.> Bernard-Henri Lévy

Enviado`por Emilio Nouel

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