Opinión
Alejandro Peña Esclusa Noticiero Digital
A principios de los años 70 –coincidiendo con la crisis del dólar– las autoridades norteamericanas decidieron abandonar la vocación de país productor, para convertirse en el centro financiero y bancario del hemisferio occidental. El negocio principal de los Estados Unidos dejó de ser la producción industrial, para dedicarse a la especulación financiera, monetaria y bursátil. Los estantes de Sears y Macy´s, repletos de productos etiquetados “made in USA”, dieron paso a bienes fabricados en Taiwán, Corea, China y la India. Ford y Chevrolet fueron superados por Toyota y Nissan. Y así sucesivamente.
Cuando una nación deja de producir lo que sus habitantes requieren, tarde o temprano sobreviene una crisis financiera, por una razón muy sencilla: el papel moneda que no está respaldado en la producción de bienes tangibles, pierde todo sustento. El colapso de Bear Stearns y el derrumbe de Lehman Brothers marca el inicio de una crisis que apenas comienza. Es el resultado de cuarenta años de disminución sistemática de la producción de bienes tangibles. Desde 1988 hasta 1997 –durante diez años– escribí centenares de artículos advirtiendo que el cambio de paradigma económico daría origen a una crisis similar a la Gran Depresión de los años 30. A finales del año 1998 escribí un libro titulado Cómo hacer de Venezuela una potencia industrial, con el objetivo –casi exclusivo– de proporcionar una guía para proteger a nuestro país de la debacle económica que se avecinaba. Pero con la llegada de Chávez al poder, reorienté todos mis esfuerzos políticos e intelectuales a luchar contra una nueva amenaza: El Foro de Sao Paulo. La crisis financiera mundial tendrá graves repercusiones en Venezuela. Se perderá buena parte del ahorro depositado en Europa y en los Estados Unidos. Bajará el precio del petróleo. Se reducirá la disponibilidad mundial de alimentos que Venezuela importa para suplir su déficit. Muy pronto nos reprocharemos haber permitido que un botarata en la Presidencia malgastara 700 mil millones de dólares en sus delirios socialistas, en lugar de haber construido nuestra autosuficiencia alimentaria. Nos reprocharemos no haber usado esa bonanza para fortalecer nuestra capacidad industrial y que, en medio de tanta riqueza, seamos víctimas del desabastecimiento. Sin embargo, no hay tiempo para derramar lágrimas por los errores cometidos. Hay que prepararse para el tsunami financiero que se acerca. El primer paso es, sin duda, promover un pronto cambio de gobierno; ya no solamente por las razones políticas que todos conocemos, sino ahora también por razones económicas. Venezuela requiere urgentemente de un equipo de gobierno que recupere nuestras capacidades productivas, tanto en el campo como en la industria, para protegernos de una hambruna que afectará buena parte del planeta
Enviado por Osito
No hay comentarios:
Publicar un comentario