Libertad!

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lunes, 31 de marzo de 2008

Carlos Blanco: Horizontes imprecisos

// Tiempo de palabra

La única estrategia opositora es la de ir a elecciones; no está mal, pero parece insuficiente

Uno de los misterios insolubles de este tiempo es el de las ignotas razones por las cuales los partidos de la oposición no se acuestan en el piso para que el CNE entregue los resultados del referendo del 2D. Tal vez no lo hagan por la tesis de que no importa de qué color sea el gato, con tal de que cace ratones y podría parecer ocioso indagar lo que pasó; pero, lo que es ininteligible es que no lo hagan sabiendo que los resultados del 2D son indispensables para saber no lo que pasó, sino lo que puede pasar. Si no se reclaman los resultados del referendo, ¿qué autoridad habría para reclamarlos en próximas elecciones que podrían ser -o parecer- disputadas? ¿Por qué pasar agachados?
Las Estrategias.El movimiento opositor obtuvo un clamoroso triunfo el 2D. La mayor parte de la sociedad se inclinó hacia la votación (en contra de la abstención) y tuvo un éxito indesmentible. Sin embargo, el esclarecimiento del tema de los resultados es vital para saber las razones de la derrota del Gobierno. Porque, como dicen en Barinas, una cosa es con guitarra y otra cosa es con bandola.
Supóngase que la victoria opositora del 2D fue porque la oposición estaba preparada y tenía cubierta la mayor parte (70%) de las mesas, además de estar alerta y unida; en este caso podría decirse que ni que el Gobierno hubiese querido, habría logrado alterar el resultado final. Pero, por vía de hacer más claros los argumentos, supóngase que el Gobierno perdió porque se confió mucho; se entregó en manos de la mágica figura de Chávez y del efecto del realero, y cuando quiso activar algún fraude no pudo. En el primer caso, la victoria habría descansado de las destrezas de la oposición, las cuales podrían mejorar cada vez más; pero, en el segundo caso, la victoria habría dependido de las torpezas de un gobierno demasiado corrompido y cansado que, eventualmente, podría disponerse a no perder de ninguna manera en 2008, porque asomaría la "guerra civil", según insiste el Comandante. En el primer caso, existiría una barrera moral o política que el Gobierno no querría o podría traspasar; en el segundo caso, sólo habría habido simple inadvertencia del oficialismo, a corregir en noviembre.
Amputaciones.Los partidos, poco a poco, han dejado de lado instrumentos estratégicos que juzgan fracasados. La sociedad opositora fue a una insurrección que tuvo mucho de espontáneo y que al final fue confiscada por un grupito en abril de 2002; más adelante, se lanzó al paro cívico al final de ese año. Como esos eventos no concluyeron en la salida permanente de Chávez del poder y fueron evaluados como fracasos, entonces lo fundamental de la dirigencia opositora se persigna cuando le mencionan insurrecciones o paros, no vaya a ser que la estén oyendo. En 2003-2004 la sociedad civil se lanzó a la idea de eyectar al Presidente por la vía del referendo; dado que no se logró, entonces la idea de sacarlo del poder antes de 2013 se ha vuelto anatema. En 2005 se impuso la estrategia de la abstención de más de 80% de los votantes, pero como los partidos -todos los cuales fueron abstencionistas entonces- juzgan que fue una metida de pata, le cogieron alergia a la idea de que la abstención pueda volver a rozar sus cabecitas de estrategas.
El resultado de todas las evaluaciones que ha hecho el núcleo dominante de la oposición partidista es que no puede haber paros ni huelgas, tampoco abstenciones ni fuerte agitación callejera, mucho menos plantearse la renuncia del Presidente; al final el resultado es una política que sólo puede proponerse la concurrencia a elecciones como única forma de acción política.
Debe insistirse en que los paros, las huelgas, la abstención y las peticiones o trámites para la renuncia presidencial no implican golpismo alguno, sino el ejercicio de métodos de lucha que los demócratas utilizan desde siempre. Es a estos métodos diferentes a los electorales a los cuales la dirección opositora ha renunciado, por lo cual no hay mucho más que la concurrencia a los eventos electorales y sólo atina a decir que Chávez estará en el poder hasta 2013, con ocasión de la próxima elección presidencial. Chávez, entonces, puede dormir tranquilo porque nadie osará pensar que su carrera hacia la gloria debe concluir más temprano. El súmmum de esta postura puede observarse cuando ciertos dirigentes opositores se hacen ascos con la consigna de hace algunos años: "¡Chávez, vete ya!"
Lo Que Viene. La única estrategia opositora que queda es la de la concurrencia a la jornada electoral, lo cual no está mal si se observan los resultados del 2D, pero parece insuficiente cuando se ve que el país vive una crisis de gigantescas proporciones, y los partidos, en vez de estar articulando políticas sobre estos temas, están absortos en la disputa por las candidaturas. El tema electoral no atraviesa la crisis sino que se desenvuelve en sus márgenes más apartados.
Un ejemplo es lo que ocurre con la disposición oficial de inhabilitar a Leopoldo López y a Enrique Mendoza como candidatos. Ambos podrían ser los abanderados unitarios y ganadores -si no hay fraude- en Caracas y Miranda, respectivamente. Para evitar la inhabilitación sólo hay dos caminos: las apelaciones tribunalicias, lo cual luce cuesta arriba, porque coloca en las manos del Gobierno la decisión; o un fuerte movimiento popular de calle contra la maniobra, lo cual llevaría a confrontar la treta oficialista, a no aceptarla y eventualmente a descalificar un proceso electoral en que estos candidatos -ilegalmente- no pudieran participar. Sin embargo, como la oposición se ha amputado las posibilidades de agitar las aguas, no la vayan a acusar de golpista, no parece tener más remedio que moverse entre el Tribunal Supremo y la Corte Celestial. Otros candidatos deberán suplir a los inhabilitados si esta prohibición persiste.
Complementos.Los añadidos a esta situación no pueden ser más lamentables. En el caso de Leopoldo López, parece más o menos claro que si no es el candidato, Antonio Ledezma podría ser la alternativa. Inmediatamente han saltado los que descalifican a Ledezma; igual ocurre con los críticos de Hermann Escarrá que se ha postulado en Anzoátegui. Quien esto escribe no sabe cuáles son las posibilidades de los mencionados, pero lo que es claro es que la mentalidad chavista hace estragos dentro de los partidos opositores y, especialmente, de algunos dirigentes que excluyen y discriminan, con los mismos argumentos de Chávez. No falta quien busque apartar a Ledezma y a Escarrá, y también a los de Podemos, a Baduel y a Marisabel Rodríguez, porque éstos no tienen el certificado de pureza antichavista que otorgan los estados mayores de la oposición, algunos de los cuales han estado bastante blanditos con el Gobierno. ¿Sustituir a un dueño de la verdad por otros tan intolerantes como aquél? ¡Mal negocio!
carlos.blanco@comcast.net
El Universal

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