Libertad!

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miércoles, 26 de marzo de 2008

El libro nos hará libres

Antonio Cova Maduro //
Un libro es, en nuestros tiempos, la mejor esperanza que se dibuja en el panorama venezolano
La historia del pensamiento humano no estaría completa de no ser por los sucesivos descubrimientos que nuestra especie ha hecho. El primero de ellos fue el lenguaje articulado, que no es otra cosa que la sorprendente capacidad de todos los humanos, gracias a su aparato fonador, de emitir sonidos que varían en tonos y matices, y que no son otra cosa que una asombrosa combinación de eso que llamamos consonantes y vocales que se organizan en sílabas. Sus infinitas combinaciones nos capacitan para expresar conocimientos, sentimientos y emociones.
El segundo paso estelar fue el invento de la escritura. Y esa es una deuda eterna que tenemos con los griegos, porque fueron ellos los que crearon veintiséis letras que, en infinitas combinaciones, podían plasmar todo lo que queríamos decir. Apareció así el almacenamiento y la preservación de los conocimientos que nuestra especie iba haciendo. Sin escritura, en efecto, no habría ni ciencia ni escrituras sagradas -el Corán de los musulmanes quizás sea el caso más emblemático- pero sobre todo, no habría conocimiento garantizado.
Tendría que esperarse a la segunda mitad del siglo XV de nuestra era para que apareciese el tercer invento fundamental: la imprenta. La posibilidad de tener "tipos" móviles, que rápidamente podían cambiarse y reorganizarse, fue clave en manos de un nuevo tipo de hombres: los impresores, quienes, regados por toda Europa, lograban producir cientos y miles de ejemplares de un texto determinado. Con la imprenta nació el libro, tal cual lo conocemos hoy.
Sin la imprenta no se hubiera expandido el protestantismo como fuego en sabana, pero tampoco el catolicismo hubiese podido ofrecer la resistencia que presentó. Sin imprenta no hubiese habido textos científicos, ni menos aún textos escolares. La ciencia, por ello, es la gran deudora del libro.
La aparición del libro fue, en sí, una gran revolución en la historia de nuestra especie, pero fue también impulsora de variadas revoluciones. Gracias a ellos se difundieron conocimientos fundamentales, al mismo tiempo que creencias perdurables. El caso más notable fue, en los países que adoptaron la Reforma protestante, la fenomenal difusión de la santa Biblia. ¿Cómo olvidar que fue precisamente la versión alemana del libro sagrado, realizada por Martín Lutero, la que se constituiría en el canon de la lengua alemana? Y ¿cómo pasar por alto la importancia que para el mundo de lengua inglesa tendría la versión del "King James" de las sagradas escrituras?
Los libros fueron, desde su nacimiento, la mayor garantía de la permanencia del conocimiento y la mejor prueba de la perfección de las distintas lenguas. Por eso mismo, lo que le pase al libro como objeto en una sociedad cualquiera, es decisivo para lo que esa sociedad pudiera llegar a ser. Quizás por eso Octavio Paz dictaminó que "quien no lee está fuera de la civilización".
Y aquí entramos en el meollo del asunto. El libro no tiene existencia autónoma; él, como mero objeto, no tiene mayor significación. Su valor, su infinito valor, se lo da el lector. Pudiéramos afirmar, entonces, que, ningún libro tiene valor per se hasta que no es capaz de envenenar a alguien para que lo lea y eso le imponga darlo a conocer a los cuatro vientos. Es esto lo que muestra ese hermoso pasaje de San Agustín, cuando una voz del más allá le conmina frente al libro sagrado: "Toma y lee"; y es esto lo que explica el afán y la fatiga de los Testigos de Jehová, capaces de agotarse hasta la muerte para lograr que el texto sagrado llegue al último rincón de la Tierra, para ser saboreado y conectado con la vida de cada lector.
Un libro es, en nuestros tiempos oscuros, la mejor esperanza que se dibuja en el panorama venezolano. Un renovado afán por leer brota por doquier, y, como cabía esperar, impulsa una inusual actividad editorial. Nunca como ahora, en efecto, se había publicado tanto; ni jamás se agotaban tan rápido las ediciones que tímidamente se lanzan al mercado.
Pero no basta con eso. Parejo a las publicaciones debe ir una cosecha de bibliotecas que hagan llegar a todos los rincones de esta tierra los mejores libros. Por eso saludamos que se haya puesto a la cabeza del sistema de bibliotecas a un hombre que sabe de eso, y que creemos no se percibe a sí mismo como inquisidor, sino como propagador.
Sólo nos queda esperar que, consciente de su inmensa responsabilidad, dedique sus esfuerzos a garantizar la presencia del libro, de todo libro, en todas partes y a toda hora.
antave38@yahoo.com

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