Libertad!

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miércoles, 5 de marzo de 2008

Diario de Luisa Ron


La memoria

A veces el árbol cruje, tiene un sonido que no sé. Las ramas golpetean insistentemente sobre el vidrio y pienso, medio jugando, que es tu mano la que vuelve elevándose y martillando para hacerme oír. Entonces no hay nada que hacer. Tendida en la cama con los trazos de luz colándose entre las cortinas y el árbol viejo, cruzo las manos sobre el pecho y miro sin mirar. Los recuerdos no vienen ordenados, ni una historia es la que se cuenta. Pero entremedio de la percusión en la ventana, se cuelan los sonidos de nuestra cama, de su catre añoso y el ruido seco de tus pies desnudos sobre la madera, en el frío de mediados de julio. Ese conjunto polifónico se convierte en mantra que vacía mi mente de realidades y da paso a ensoñaciones en las que siempre alcanzo a rozar la felicidad.
.A veces estoy tendida y no hay nadie en casa. La puerta semiabierta de mi pieza sólo esconde más sombra, entonces el mantra y los sueños terminan trayéndote a la fuerza. Nunca dices no. Y entre las imágenes un campo demasiado azul me hace esconder los ojos. Ahí estás tú sacándote las zapatillas sin desabrochar los cordones, lanzándolas a su mejor destino, con la cara llena de risa, yo tratando de seguirte cuando el calor se vuelve insoportable y vamos tras la sombra como dos niños. El río aún tiene riberas públicas, parece que hace tan poco, los pies en el agua juegan con las piedras que siempre son tan bellas y que al sol se vuelven comunes, como si todas fueran trozos de un mismo peñasco..
Luego de nuevo los dos, la tarde antes de tu viaje, un recuerdo inventado, sin duda, una memoria obligada. Dos o tres bultos y el libro de la Dickinson que estaba tan a la mano que tuve que regalártelo. En un recuerdo limpio, como si no hubiera llanto que te borroneara, te veo con el ceño plegado en tres líneas que te alejan de mí. Tomas el boleto y lo metes en el bolsillo de tu vieja chaqueta de cuero, lo golpeas dos veces como asegurando que no se vaya a escapar de ahí. Peinas el pelo sin mirarme, te mueves un poco dando pasos del dormitorio al pasillo y de vuelta. Suena el teléfono y sabemos que es el taxi. Me miras detenidamente, dos, ¿tres segundos? y me besas con los labios endurecidos y fríos como fue nuestra relación en los últimos meses. El golpe de la puerta hace temblar la casa y a mí, para luego, un minuto después, oír ese jugueteo de tus dedos trotando sobre la madera, apurándome a abrir. Uno de los bultos, como cadáver en medio del pasillo, te trae de vuelta. Otra vez me miras y sabiendo yo, que esta vez sería la final, te beso. Apasionada, como cuando medio emborrachada por el baile, lo hice la primera vez. Nunca más supe de ti..
A veces en la noche recuerdo medio dormida la voluntad nuestra de amarnos más. Los planes futuros y los paisajes rotundos hechos de memoria e imaginación. Siempre estás joven, el vientre duro y los hombros levantados, el pelo te cubre en algo la cara y me miras encogiendo los ojos con una risa que revienta el mundo alrededor.

Tomado del diario de La Divina Comedia-blog

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