EXPLOTACIÓN. Una de las creencias que con más devoción profesan los representantes del régimen reinante en Venezuela es que la base de cualquier empresa se encuentra en "la explotación del hombre por el hombre", situación lamentable que ellos se sienten destinados a abolir.
Lo que sorprende de esta convicción no es tanto su falsedad evidente, sino la tenacidad con que permanece en la mente, el discurso y ejecutorías del régimen, resistentes a toda prueba. Cierto que en vida de Marx los socialistas alemanes ya habían constatado que no se producía la polarización social entre la extrema riqueza de los cada vez menos frente a la pauperización de los cada vez más; pero eso no hace mella en la fantasía oficialista.
Los socialistas nunca han encontrado los vasos comunicantes que imponen que el enriquecimiento de unos no se produzca sino en la exacta medida del empobrecimiento de otros; pero no conciben que se pueda prosperar juntos o bien arruinarse al unísono. Tiene que haber una contraposición, un contraste, una contradicción que es lo que llaman "dialéctica".
Está a la vista que las personas que trabajan en una empresa prosperan junto con ella, al contrario de los que se quedan fuera, desempleados, que se marginan cada vez más. Si fuera cierta aquella teoría, sería una paradoja que los explotados progresen, mientras que los que no lo son se envilecen.
Más paradójico es aún que la única medida específicamente laboral de este gobierno sea la declaración de inamovilidad laboral, tan reiterada que se ha vuelto indefinida. O sea, que los empresarios están obligados a explotar para siempre a los mismos trabajadores y nunca les podrán dar la libertad.
Los sindicalistas descubrieron hace siglos que les conviene tener puestos de trabajo y hasta comerciar con ellos; pero no les cabe en la cabeza que sea preferible quedarse fuera de la empresa. Si esto así, entonces resulta que es mejor ser explotado que no serlo.
El problema de las empresas socialistas de trabajadores emancipados, en las que nadie saca provecho del trabajo de otro, no es sólo que no existan, sino que si existieran carecerían por completo de sentido. No serían empresas sino algo como clubes de observadores de aves.
Finalmente, nadie ha podido explicar porqué la explotación es "capitalista", pero las empresas que caen bajo el dominio "socialista" no serían explotadoras, aunque los trabajadores hagan exactamente lo mismo que en aquellas, pero no tienen otros beneficios salariales, organización sindical independiente, derecho de huelga y contratación colectiva, participación en las utilidades (porque no las hay), libertad política y, si se les antoja, mandar para el carajo al patrono.
EXPROPIACIÓN. Sin duda la palabra más socorrida por los socialistas; pero no en su sentido jurídico de despojar al propietario de algún bien mediante el pago de justa indemnización, por causa de utilidad pública o social, según reza el dogma socialdemócrata.
En el nuevo socialismo es más que un abracadabra que cura todos los males, también puede ser un castigo por falta de obsecuencia política, un arma de ataque contra el imperialismo, un modo de "quebrarle el espinazo al capital transnacional", un extraño mecanismo para satisfacer demandas laborales, para terminar en un desquite por viejos agravios familiares y hasta conyugales.
La excepción llamada "por causa de utilidad pública" es una aberración casi tan insultante como la expropiación que supuestamente fundamenta, porque como nunca se ha definido qué es, ni un procedimiento racional para establecerla, ni sus límites, resulta que cualquier cosa puede volverse de "utilidad pública" según el capricho del político interesado.
Lo primero que llama la atención de la propensión socialista a expropiar los bienes ajenos, es su incapacidad para producir nada propio. ¿Por qué no hacen sus propias fábricas, haciendas, clínicas, universidades, edificios, radios y televisoras, sino que por una suerte de impulso interno irresistible se mueven a tomar por asalto lo que les ha costado tanto esfuerzo a los demás?
Lo más curioso es que acompañan este robo sistemático con la descalificación de los verdaderos productores, que a sus ojos aparecen no como víctimas de las tropelías, sino como explotadores, auténticos ladrones de los bienes que ha producido "la sociedad en su conjunto", de la que en algún momento los productores dejaron de formar parte, no se sabe cuándo, ni como.
Este punto es crucial, porque dentro de la distorsión mental socialista, todo el que es propietario de algo, de algún modo misterioso ha despojado a aquellos que no lo tienen. De manera que si usted tiene una casa, para ellos es culpable de que otro no tenga casa. Si tiene educación, es culpable de que otro no tenga educación. Y así, hasta lo inaudito.
Y este es la razón por la que las políticas socialistas están condenadas en la realidad al fracaso: porque han decidido de una manera estrictamente política que es más fácil despojar a unos pocos de lo que tienen que darle a muchos lo que no tienen. Si bien esto no le va a resolver el problema a nadie, al menos le otorga la satisfacción sustitutiva de que si unos no tienen, pues, nadie tiene.
LO GRATUITO. Ojala no esté lejos el día en que las cátedras de economía de nuestras universidades, hoy completamente vencidas por la ideología marxista, comiencen sus programas con un tema que le explique a las generaciones futuras que las cosas no pueden ser gratis.
Y es de lo más curioso que los socialistas hayan caído en esto, porque si algo pretende el marxismo es enseñar que la economía es el factor dominante en la sociedad y determina todas las otras actividades humanas, incluso espirituales.
¿A quién se le ocurriría que los bienes y servicios puedan ser "gratuitos"? Incluso y quizás precisamente los más costosos, como educación, vivienda, salud, hoy corrientemente son acompañados por ese adjetivo.
Justo es reconocer que podríamos estar ante una engañifa del lenguaje, porque los socialistas ortodoxos seguramente saben que las cosas cuestan mucho y lo que quieren decir en realidad es que van a ser pagadas no por cada uno, sino por el colectivo de la sociedad o su representación, el Estado Social.
El problema es que los militares metidos a socialistas no conocen de sutilezas y parece que han asumido que las cosas sí tienen que ser gratis, de toda gratuidad, porque sino se contaminan de interés, de lucro, de especulación.
Quizás para los partidos socialdemócratas resultaba extremadamente arduo en un principio explicar sus programas de mejoramiento social y optaron por la vía fácil de acuñar consignas, un poco irresponsables, pero comprensibles para "la masa", con lo que nos han traído a este atolladero en que nadie comprende cuál es la realidad efectiva de la cosa y hay que esforzarse por descubrirla.
Lo gratuito se ha convertido en una bandera de la peor politiquería populista y se hace extensivo no solo a los grandes temas de beneficencia social, sino también para las entradas a un parque de diversiones, medios de transporte y hasta un pobre pescador tendrá por ley que entregar gratis lo que pesque.
El llegadero es pretender que la gente trabaje de gratis y regale lo que produce con gran esfuerzo y aunque se llame "trabajo voluntario" y se inscriba en un contexto "socialista", esto sí que es explotación, despojo y abuso de poder.
Los oficiales, que están acostumbrados a usar a los reclutas de escolta, para que les laven las camionetas, poden el jardín y lleven los niños al colegio sin pagarles nada, no deberían olvidar que al final del día eso también lo paga el Estado, es decir, todos los ciudadanos, sin sumar lo que les está costando en imagen, que también es gravoso.
COMPUTADORAS. El comandante en jefe entrega unas cuantas PC a una escuela y proclama con sumo desparpajo ante unos desprevenidos niños que "esto es el socialismo: Que no sólo los ricos tengan computadoras sino también ustedes, los pobres".
Las sorpresas son múltiples. Además de encontrarnos súbitamente incluidos en el mundo de "los ricos" por tener una computadora; sin pensarlo mucho nos damos cuenta que quien ha inventado, producido, comercializado y llevado a cada una de nuestras mesas las populares PC es justamente el denostado capitalismo y el despreciable mercado.
Bill Gates (y Microsoft, una empresa mercantil, capitalista), el hombre más rico del mundo, lo que no impide que se le considere como un filántropo, es el autor del milagro. Parece que buscar el beneficio personal no es necesariamente contradictorio con el bien común, sino el medio más eficiente para conseguirlo.
Pero eso no es lo más grave. La verdad es que en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas estaba prohibido el estudio de la cibernética porque se la consideraba "idealismo". Desde el punto de vista materialista, no había modo de lidiar con el ciberespacio.
Desde sus puntos de vista, quizás tenían razón e incluso los creadores del Internet no podrían responder dónde está, sólo dirían: "sin embargo funciona". Respuesta que era completamente inaceptable para la dogmática Academia de Ciencias de la URSS.
De manera que si fuera por el socialismo, la revolución informática ni siquiera sería concebible y las computadoras no las tendrían ni los ricos ni los pobres, como ocurre con todo en el socialismo real.
Estos pocos puntos dan una rápida idea de qué es el socialismo del siglo XXI: una mezcla indigerible de temeridad, ignorancia, voluntarismo, mentiras y mala fe, todo aderezado con una desmedida ambición de poder absoluto.
Salir de un trance como este tampoco será gratis, como predican los otros socialistas, los de la leal oposición a su majestad.
Luis A. Marin
11 de abril de 2008
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