Libertad!

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miércoles, 5 de marzo de 2008

El parampampan

Antonio Cova Maduro //
No estamos dispuestos a acompañarle a guerrear sin razón
Mucho cuidao, pues
Como en otras ocasiones, nuestra Rosa Luxemburgo de barrio tropical, Lina Ron, la sin par del 23, acaparó las noticias por unas horas. Y una vez más anunció un pequeño apocalipsis. Sentenció con su típico estilo que "aquí se iba a 'armar el parampampan' ". Lo que nunca imaginó es que antes de que ella saliera de la pantalla de nuestros televisores, ya el parampampan había comenzado. Y en él, cosa inesperada para sus gustos, no aparecía ella como heroína de opera de Wagner, dirigiendo la Toma del Palacio de Invierno, sino como una perrita regañá por haberse hecho pipí en la sala.
Confieso que para mí es un placer contemplar, en vivo, los desplantes de nuestra Rosa. Su estilo de malandra política es mucho más auténtico que la burocrática voz de Cilia, y tiene algo que la hace menos intragable que la diputada Varela; pero, sobre todo, ella dice -y lo hace a grito pelao- lo que muchos piensan pero saben que es mejor callar en público. O mejor, reservárselo para los saraos internos, con celulares apagados y sin cámaras "enemigas" al acecho de cualquier desliz.
Estilo y tono aparte, las estentóreas declaraciones de la "camarada" Ron -como insiste en tratarla su adorado Comandante en Jefe- tienen la virtud de lograr, como en el billar, dos golpes con una misma bola. Proclama a los cuatro vientos lo que los radicales y encapuchados quieren, al mismo tiempo que expresa los riesgos que esa posición supone para el mismísimo Gobierno de su adorado tormento.
Y éste, siempre fiel a sí mismo, se lo hizo conocer de inmediato. Al hacerlo nos mostró algunos detalles en los que vale la pena detenerse. El primero, su peligroso descuido al utilizar el singular programa de La Hojilla para hablarle al país. Y quizás más interesante aún, la rápida comprensión por parte del señor Silva, de que "el [inútil] alboroto de los amigos de la señora Ron en la incomprensible toma del Palacio Arzobispal de Caracas quitaría brillo al gran logro del Comandante: la liberación de los rehenes colombianos". En eso no se equivocó.
En efecto, justo en el momento en que prominentes revolucionarios cubanos casi que se vestían de monaguillos para las diversas misas que celebró por la isla de Cuba el cardenal secretario de Estado del Vaticano, los encapuchados de Lina Ron valientemente asaltaban esa fortaleza que es el Palacio del Arzobispo.
Un segundo detalle: la referencia a la decisiva acción de la ultraizquierda para garantizar la caída de Allende en Chile. Chávez adoptó, con todas sus letras, esa interpretación. Más aún, la aplicó al momento que vive la izquierda en el continente. En una sola presentación Chávez ató a Tascón con la Ron y los manifestantes chavistas a las puertas de Globovisión. Y de una buena vez se desligó completamente de ellos. ¿No les parece harto significativo?
El último detalle: es la primera vez que un chavista connotado -y que quiere seguir siéndolo- le manotea a Chávez. Lo que son los efectos de la madrugada del 3D: de la humillación de Ameliach saltamos a la actitud respondona de Tascón. ¿La dejará pasar Chávez? Y de hacerlo ¿está claro que podría abrir una puerta imposible de cerrar luego? Tascón sólo sería el primero que no se calló. Le seguirán gritones a granel.
No había concluido la semana cuando la "moderación" que Chávez se esfuerza por aparentar saltó hecha pedazos por unas balas madrugadoras en la selva ecuatoriana, aliviadero, al parecer, de la guerrilla colombiana. El parampampan saltó enloquecido al ruedo internacional, sin darnos tiempo a sopesar las riesgosas consecuencias.
Lo que sí es verdad es que, a ratos, uno tiene la poderosa impresión de que Lina Ron mide más sus palabras que Chávez las suyas. ¿Creerá él que los venezolanos se lanzarán, sin más, a una guerra para subsanar el dolor profundo y agudo que le ha producido el que le mataran a uno de los suyos mientras dormía? De paso, un guerrillero empiyamao es lo peor que se podría decir del vigor de unos "insurgentes" trabados en lucha heroica, como nos los pinta Chávez.
El señor Reyes murió en una acción de guerra. Y eso lo debería saber Chávez, que vive hablando de batallas, no de torneos. Y si el Gobierno colombiano debía disipar dudas sobre la veracidad de su muerte, ¿el cadáver debería haberse entregado a sus compañeros?
Pero es que esas acciones de guerra ni son nuestras ni sentimos pasión por encender velas en entierros ajenos. Si Chávez sí lo siente, allá el; pero no estamos dispuestos a acompañarle a guerrear sin razón. Mucho cuidao, pues.
antave38@yahoo.com

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