Guillermo A. Zurga,
Finalmente llegó la hora de que los países latinoamericanos fijen abiertamente posiciones políticas sobre la gran realidad del hemisferio americano. Gracias a la condenable intervención militar de Colombia en territorio del Ecuador, y a la inexplicable y provocadora posición del gobierno venezolano, quien influenció al gobierno ecuatoriano a endurecer su posición contra Colombia por dicho incidente, se han puesto finalmente las cartas sobre la mesa.
Hasta ahora se habían estado librando, cuidadosas batallas políticas soterradas entre los países latinoamericanos, que favorecen al totalitarismo del castro comunismo, llamado equivocadamente por algunos politólogos radicales de izquierda como la corriente de los gobiernos populares progresistas - entre quienes se destaca al siniestro personaje Heinz Dieterich, supuesto creador del socialismo del siglo XXI y ex asesor del presidente venezolano - y los que defienden a la democracia representativa y participativa como sistema político de gobierno.
Las graves acusaciones que ha hecho el gobierno colombiano a los gobiernos de Ecuador y Venezuela, aunado al anuncio del presidente Álvaro Uribe Vélez de denunciar ante la corte penal internacional al presidente Hugo Chávez de financiar y promover a grupos genocidas en su territorio, y la replica de ambos gobiernos al gobierno colombiano; obligan a un debate americano, quizás de alcance mundial, que esclarezca de una vez por todas, cual es la posición correcta que Latinoamérica debe tomar, ante esta crisis política, donde la paz y democracia están en peligro.
En mi opinión, tal es la situación de difícil, que por más diplomático y mesurado que se intente sea el debate, las pasiones ya están desbordadas y puestas en las mesas de negociones. Posiciones escurridizas como las de los gobiernos de Chile, Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, entre otros, sobre el castro comunismo y el terrorismo en Latinoamérica, muy difícilmente se mantengan.
Posiciones radicales como las que defienden a la guerrilla narco terrorista colombiana, tratándoles como aliados, camaradas políticos y representantes genuinos del pueblo colombiano, tales como las que han exteriorizado y al parecer aún mantienen los gobiernos de Nicaragua, Bolivia, Ecuador, y Venezuela, entre otros, deben ser aclaradas y definidas públicamente, si es que se desea condenar a Colombia por sus actos violatorios de la soberanía de otro país.
Pretender que el gobierno colombiano suspenda o modifique su proyecto de combatir al narcotráfico y a la guerrilla narco terrorista colombiana, con la ayuda norteamericana, sin que se definan antes estos puntos tan álgidos, de que grupos de irregulares reciben apoyo logístico, político y moral de países vecinos, no lo veo posible.
Si la OEA, se empeña en tratar aisladamente el impase por la violación del territorio ecuatoriano por el ejército colombiano es muy improbable que se produzca ningún acuerdo unánime. En contra de lo que piensen y digan la mayoría de los diplomáticos de la OEA, por lo complejo, grave y delicado del asunto, la violación del territorio ecuatoriano no es ni debería ser el punto único de la agenda.
La OEA está en la obligación moral y legal de defender a la democracia americana, amenazada en este momento. Ese es uno de los mandatos que les han dado a la OEA los países legítimos que la conforman. Eso implica condena al narco terrorismo y al totalitarismo representado en gobiernos como el del chavismo venezolano. Esta es una excelente oportunidad para definir cual es el verdadero y sincero sentir de los países latinoamericanos sobre los EE.UU. y sus políticas externas por la lucha legítima que han emprendido contra el terrorismo y el narcotráfico.
Es evidente, que gobiernos populistas y demagogos como el argentino, el boliviano, el cubano, el ecuatoriano, el nicaragüense, y el venezolano (quién los financia), así como organizaciones de ultra izquierda, que aspiran el poder en sus respectivos países, actúan y sueñan con agrupar a todos los gobiernos latinoamericanos en contra de EE.UU y de Colombia, entre otros, con el argumento de que estos países son de derecha y representan a las oligarquías, y por ende, van en contra de los intereses latinoamericanos. Acusan a Colombia y a EE.UU. de belicistas, mientras a las FARC, le rinden tributos y los califican de héroes cuando mueren.
Mucho se ha escrito en el tiempo sobre la ancestral posición anti imperialista que tienen los pueblos latinoamericanos respecto a los EE.UU, a quienes culpamos de nuestros fracasos económicos y desgracias sociales y políticas; eximiendo de culpas a nuestros propios líderes y ex gobernantes (verdaderos culpables) – muchos de ellos militares y revolucionarios e izquierdistas -, quienes en su mayoría cargan con expedientes de corrupción e incapacidades administrativas, de los cuales no se pueden ni se podrán deslastrar.
Esta permanente posición anti norteamericana y antiimperialista es alimentada por países y grupos musulmanes, africanos asiáticos y europeos, quienes tienen diferentes motivaciones para odiar a EE.UU, algunas de ellas muy validas, pero que en su mayoría y en el fondo, me atrevo a afirmar, que no son más que pases de factura, envidias, complejos u odios viscerales, que no pueden superar.
No es mi intensión acá defender la posición de Colombia – a quién por cierto muchos desearían aislar en el hemisferio – ni la de EE.UU., a quienes se acusa de belicistas y de no desear la paz en Colombia. Por el contrario, según lo veo, el presidente colombiano es quizás el único en más de 50 años que ha tomado la valiente decisión histórica de combatir política y militarmente a las guerrillas, convertidas en el tiempo en narco terroristas, quienes si impiden la paz y atentan contra la tranquilidad y economía de éste hermano país.
Intentar satanizar al presidente Álvaro Uribe y culparlo de belicista es una gran falacia y torpeza. Si bien es cierto, que la mejor manera de lograr la paz es mediante el dialogo y el entendimiento, también es cierto, que a las guerrillas se les han dado múltiples oportunidades, las cuales extrañamente han despreciado prefiriendo seguir en la ilegalidad. Algunos dicen, que es debido al lucrativo negocio del narcotráfico, con el cual actualmente estarían muy comprometidos.
Latinoamérica tendrá que dejar de escurrir el bulto y dejar de jugar a la victima ante EE.UU., y decidirse entre: el terrorismo, el totalitarismo, la barbarie, la manipulación, el populismo, el clientelismo, el chantaje, y el retroceso; o la democracia, el estado de derecho, la responsabilidad, las relaciones francas y abiertas, el progreso y la libertad. Las cartas están definitivamente echadas.
Enviado por: Emilio Nouel.
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