Libertad!

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martes, 4 de marzo de 2008

Mi abuela Hanna

Rebeca Perli
Rindo homenaje en el marco del Día Internacional de la Mujer a todas las mujeres
Mi abuela Hanna era todo lo que un nieto puede desear: dulce, conciliadora, gran cocinera y narradora de cuentos que terminaban siempre con una moraleja. Nunca dijo una palabra fuera de lugar y a menudo se recurría a ella para dirimir divergencias siendo su consejo siempre acatado, pues jamás emitió un juicio sin haber escuchado a ambas partes.
Estaba al día sobre cualquier tema y, seguramente, bajo otras circunstancias, sus dotes diplomáticos la habrían llevado a ocupar cargos de importancia; pero ella ni se frustró ni tuvo traumas por no haberse realizado en este sentido. Se manejaba con igual soltura en la cocina, desde donde fluían deliciosos aromas, que en reuniones familiares o sociales. De sus manos, nunca ociosas, brotaban a borbotones mantelitos tejidos que regalaba a hijos, nietos y amigos.
A pesar de las vicisitudes con que la probó la vida (perdió dos hijos y sobrevivió dos guerras mundiales incluyendo el Holocausto), se mantuvo siempre ecuánime. Tenía un refinado sentido del humor y, aunque nunca se le oyó reír a carcajadas, cuando algo le hacía gracia sacudía suavemente el torso con la boca cerrada en una sonrisa a lo Mona Lisa. En realidad, tenía siempre dibujada en el rostro una sonrisa, salvo cuando, perdida en quién sabe qué recuerdos, su expresión se tornaba grave.
Poco antes de fallecer en la clínica donde estaba internada, le pidió a la enfermera que hiciera pasar a la habitación a sus hijos, quienes se encontraban en el pasillo. "Dentro de poco voy a morir y ellos no se perdonarán no haber estado a mi lado en ese momento", expresó.
Así era ella, a quien hoy rindo homenaje en el marco del Día Internacional de la Mujer y, a través suyo, a todas las mujeres.
russoper@gmail.com
एल Universal

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