Libertad!

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martes, 22 de diciembre de 2009

La Venezuela de los hermanos Castro



Los hermanos Castro disponen del patrimonio de Venezuela y esgrimen la espada del Libertador Simón Bolívar embadurnada de petrodólares.
Hace 50 años Fidel Castro vino a Caracas a agradecer a los venezolanos su apoyo para ponerle fin a la dictadura de Fulgencio Batista y a celebrar el primer aniversario de la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez. Empezaban así casi paralelamente un proceso democrático en Venezuela y una dictadura en Cuba.

50 años más tarde, el general Raúl Castro, heredero de la jefatura de Estado de Cuba, llegó a Caracas, pero a diferencia de su hermano –que fue acogido con una extraordinaria y jubilosa demostración popular– no fue recibido por el pueblo sino por el teniente coronel Hugo Chávez, rodeado por militares y guardaespaldas cubanos que cuidan a ambos mandatarios.

Raúl Castro, a diferencia de su hermano Fidel, no vino a agradecerle nada al pueblo venezolano, sino exclusivamente a su mecenas Hugo Chávez y a constatar cómo avanza el proceso de destrucción de la democracia venezolana en el cual están activamente empeñados. Pero sobre todo vino a asegurarse la continuación de la asistencia cuasi benéfica que desde hace ocho años vienen recibiendo, de casi 100 mil barriles de petróleo diarios, los cuales representan un subsidio de unos $2.200 millones anuales al precio promedio de $60 por barril. Este subsidio es probablemente aún mayor, dado que Cuba pudiera estar vendiendo a precios superiores una parte de estos volúmenes en el mercado internacional.

Para tener una pequeña idea de lo que significa la dadivosidad concedida por Hugo Chávez a Cuba a costa del patrimonio y de la calidad de vida de los venezolanos, es suficiente mencionar que sólo durante 2008 se le envió petróleo por el equivalente de unos $2.800 (con base en un precio promedio de $80 por barril), suma que según el mismo Chávez paga por los servicios de cerca de treinta mil cubanos entre médicos, paramédicos, entrenadores deportivos y agentes de inteligencia. O sea, unos $96.000 anuales por persona entregados directamente al régimen cubano.

Una asistencia de esta magnitud explica las razones por las cuales el régimen castrista está dispuesto a hacer lo que sea para no perderla, llegando al extremo de replicar en Venezuela su aparato de inteligencia, e incluso colocando a sus agentes para que la dirijan. Gracias a semejante subordinación de la soberanía nacional a Cuba, Hugo Chávez utiliza estas tenebrosas capacidades no sólo para intimidar a la sociedad en general y en especial a la Fuerza Armada, que representa el verdadero y más importante apoyo de un gobierno militarizado, sino para espiar a sus ciudadanos y criminalizar la justicia como instrumento de presión política.

Más de 40 años después del fracaso en Venezuela de la insurgencia guerrillera comunista apoyada por los hermanos Castro, nadie –ni siquiera el mismo Fidel– podía imaginar que Cuba terminaría controlando a un país como el nuestro. Ya en enero de 1963, en una reunión de partidos comunistas en La Habana, el líder Blas Roca declaraba: “Cuando el pueblo venezolano triunfe, (…) estaremos todos liberados de una vez por todas del yugo del imperialismo yanqui. La lucha de la guerrilla venezolana nos ayuda hoy y su victoria será importantísima para nosotros. Ya no seremos más un isla solitaria en el Caribe frente a los imperialistas, porque entonces tendríamos apoyo en la tierra del continente”.

Gracias al petróleo venezolano hoy Cuba, sin disparar un sólo tiro, está en el continente. Los hermanos Castro disponen del patrimonio de Venezuela y esgrimen la espada del Libertador Simón Bolívar embadurnada de petrodólares que, para vergüenza nacional, les regaló Hugo Chávez, como antes lo hizo con Robert Mugabe.

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