Libertad!
jueves, 31 de diciembre de 2009
Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer-RIMA LXX
¡Cuántas veces,
al pie de las musgosas paredes
que la guardan,
oí la esquila
que al mediar
la noche
a los maitines llama!
¡Cuántas veces
trazó mi silueta
la luna plateada,
junto a la del ciprés,
que de su huerto
se asoma por las tapias!
Cuando en sombras
la iglesia se envolvía,
de su ojiva calada,
¡cuántas veces temblar
sobre los vidrios
vi el fulgor de la lámpara!
Aunque el viento
en los ángulos oscuros
de la torre silbara,
del coro entre las voces
percibía su voz vibrante y clara.
En las noches de invierno,
si un medroso
por la desierta plaza
se atrevía a cruzar,
al divisarme
el paso aceleraba.
Y no faltó una vieja
que en el torno dijese a la mañana,
que de algún sacristán
muerto en pecado
acaso era yo el alma.
A oscuras conocía
los rincones del atrio y la portada;
de mis pies las ortigas
que allí crecen las huellas
tal vez guardan.
Los búhos, que espantados
me seguían con sus ojos de llamas,
llegaron a mirarme con el tiempo
como a un buen camarada.
A mi lado sin miedo
los reptiles se movían a rastras;
hasta los mudos
santos de granito
creo que me saludaban.
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