La patria tiene el espíritu torcido. Su decadencia es de varios lustros. La política quedó como un escenario para mal actuar. Los políticos dejaron de serlo y ni siquiera se percataron de ello. Nunca se configuraron tradiciones de pensamiento. El arte dejó de serlo, porque se acostumbró a los salones del buen decir, del buen actuar, del buen cobrar… A veces, las buenas maneras no son suficientes para dar cuenta de la condición humana. Las universidades se transformaron en meras productoras de títulos sin sujetos. Lo democrático al parecer era masificarse. Ser masa, perderse en la masa, desfigurarse, borrarse en la totalidad, para unificarse, para ser de una sola textura, una sola bola humana sin almas, donde los diversos rostros y máscaras desparecen por el afán de uniformidad, cosificarse diría el viejo Marx, muy a pesar de su repetidores de oficio que gritan: ¡masificación! ¡Masificación!... ¿Y las élites?... Por supuesto que siguen existiendo, perfumadas, con dinero y sobradamente incultas.El Guaire permanece incólume. Quizás, tendría que hacérsele un homenaje. Porque ha permanecido fiel a sí mismo. Del resto es una sociedad donde todos andan de rodillas frente al poder político o frente al poder económico o en el altar de la televisión. Estudiantes que no saben lo que es un libro porque en su imaginario más cercano, lo único que existe son unas guías para pasar la materia. Profesores, maestros, que de pura miseria se han vuelto miserables hasta consigo mismo. Aquí, el verdadero paro… es el de cerebros.Ahora los que se llaman progresistas son unos nacionalistas furibundos. La “Venezuela heroica” está en la entrada de todos los ruinosos ministerios y en el corazón de una generación que no era boba sino imbécil. Y en aquella otra que ni supo hacer nada con la abundancia y quedó resentida por no hacer su propia telenovela cuyo título posible era: Sierra Maestra, el camino de la libertad.El asqueroso mito bolivariano, ahora se alimenta de petróleo y se tiñe de rojo como antaño se embadurnó de blanco, de verde, de azul… Es la misma máscara… como afirmaba antaño un tal Luis Brito García… No, no es entregarse al imperio. La salida no es solicitarle, como dirían los teólogos, la bendición al presidente norteamericano… Esa trampa caza bobo debe ser superada… Sólo los miopes, los torpes, los estúpidos, los dogmáticos, los enajenados, piensan la vida en blanco o negro, amigo y enemigos, patriotas o traidores, ángel o demonio…La izquierda se refugió en los manuales y en los clichés de moda. La derecha ni siquiera se atrevía a reconocerse. Se inventó el centro como para sentirse plurales y perfectos. Sin embargo, fue la manera ideal para disimular la impostura. La carestía de ideas. Lo que queda en los muros son fragmentos de afiches, esquirlas de partidos y alguna que otra sonrisa… que bien puede tomarse como una ironía, una cara sonriente porque pretende dirigir o dirige a una sociedad de pendejos.Quizás algún distraído piensa que escribo más allá del bien y del mal. Malas noticias. No soy extraterrestre. Crecí en medio del chiquero y esa podredumbre de historia también me constituye. A veces, siento temor de asumirme intelectual porque al parecer ese es un status para personas que no suelen pasear por las calles ni enterarse de la existencia de la vida cotidiana. En esos momentos, es cuando más siento que nací en un país patas pa arriba. Quizás es hora de volver a leer a los antiguos, a los estoicos, a los epicúreos, a los griegos. Quizás es el tiempo de la parresia, dígase, el hablar franco, el hablar sincero. La fuerza de la resistencia no fue por osmosis, sino fruto del encuentro con diversos maestros que como pequeñas islas configuraban oasis, en medio del desierto universitario. No es un asunto de ser iluso sino de creer en utopías. De empezar a luchar contra la desidia estructurante de nuestra cohesión social. Es el tiempo de levantar banderas y sin complejo, apostar por una vida intelectual. Ella no es otra cosa que una vida dedicada a pensar asuntos de la condición humana, no es abstraerse sino sumergirse en el mundo de la vida. Es posible que a pesar de todo podamos tejernos de nuevo. Quizás debemos zurcir heridas, quizás debemos abrir otras. A cuarenta años del mayo francés, todavía es posible comprometerse, todavía hay fuerzas para gritar de nuevo, aún en medio de la tormenta. Es posible tomar el cielo por asalto.
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