Ante las puertas de un destino incierto nos paramos atónitos tratando de encontrar sentido al cómo y el por qué hemos llegado a esta trinchera, donde balas de odio, rencor, división, corrupción e ideologías se disparan inclementes. Hoy hay que recordar el porqué nos paramos como hombres libres y el propósito de nuestra libertad. Es ese recorrido que hoy nos hace libres el código de donde emana nuestro futuro deber como ciudadanos.
Hoy hemos sido llamados a ayudar a los más necesitados para que ellos también puedan ayudarse, no como un acto de condescendencia humana, no para erradicar la influencia de los factores políticos que oponemos, sino porque es justo y correcto.
En esta hora, llena de divisiones y rencor, construyamos puentes con los problemas comunes que nos unen y pospongamos los odios que nos dividen.
Manifestamos tener fe en nuestra generación, pues sólo los hombres de fe pueden caminar por los senderos oscuros y traer luz de esperanza al hombre.
Seamos humildes para aceptar nuestras limitaciones y abrazar con furor el conocimiento que nos brindan los errores de otros pioneros que ya han caminado y amablemente ofrecen sus consejos; pero seamos fuertes para mantener nuestras posiciones y defender el espíritu de la justicia que hoy nos mueve sin caer en los revanchismos del pasado.
Fomentemos la libertad y la democracia como las armas del hombre de bien para sembrar bien, entendiendo siempre que es la igualdad y la dignidad sus mayores garantías.
No ofrezcamos a nuestros ciudadanos falsas riquezas y facilismos, en cambio ofrezcamos trabajo, trabajo y más trabajo; pues sólo el trabajo honesto, con sentido humano y social es fuente de verdadera prosperidad.
Pongamos a nuestros mejores hombres al frente, a los más preparados, a los más ejemplares, pues la fuerza de un país es igual a su fuerza humana.
Hoy nos enfrentamos a un país destrozado por la miseria, la división y la pobreza, pero también nos encontramos bendecidos ante la oportunidad de reconstruirlo. Seamos hombres que ven soluciones donde otros ven problemas.
Pongamos a Dios delante de nosotros, pues en nuestra finitud mortal, sólo la omnipotencia de Dios es garantía absoluta de una victoria.
Jóvenes, no levantemos hoy las banderas de partidos políticos, aboguemos en cambio por los ideales que son comunes a todos: libertad, igualdad y justicia.
Entendamos al otro, al que nos confronta, al que nos rechaza, pues sólo con el entendimiento podemos construir puentes que nos unan.
Tengamos paciencia y coraje; todo aquello que vale la pena construir toma tiempo en construirse, y todo aquello que toma tiempo en construirse necesita coraje para hacerlo.
Asumamos nuestros miedos, pues el hombre que nada teme nada ama.
Mañana nos miraremos y nos mirarán, como ahora nosotros miramos a aquellos que antes de nuestros pasos abrieron camino en la penumbra -y diremos y dirán- Dios mediante: estuvimos a la altura de nuestros retos. Ese es el mayor cumplido que una generación pueda obtener.
Finalmente, abracemos una forma de pensar y de sentir única de nuestro tiempo cuyo desenlace absoluto sea nuestra acción fuerte y determinada. Construyamos puentes donde otros nos pusieron murallas.
Seamos la generación de los puentes.
Fontiverossantiago@gmail.com
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