Seremos libres cuando haya democracia y progreso
La pobreza es enemiga de la libertad. Si entendemos la libertad como la capacidad de escoger el propio destino, cabe preguntarse si el más pobre de los venezolanos es libre. De hecho, si pensamos en las familias que viven "arrimadas" por falta de vivienda, en los venezolanos para quienes no es una opción educarse o en los que mueren en las calles a manos de la violencia, concluimos que no somos libres y que la razón excede el aspecto político coyuntural.
Hemos alzado nuestra voz por la libertad de expresión, el derecho de protesta, la no discriminación, entre otros. Sin embargo, aún con la historia a cuestas, no hemos sido capaces de entender la libertad en sus dos formas: la política y la social.
Quizás esto tenga que ver con el divorcio actual entre política y sociedad, pero me temo que también ha tenido que ver con la insistencia del pueblo en buscar dioses que lo gobiernen y, por otra parte, con la aspiración histórica de convertirse en Dios desde el gobierno.
No somos libres, al menos no externamente. Para lograr la libertad nos falta entender que no se supera la pobreza sin democracia y que no se sostiene la democracia con la pobreza. Es por ello, que el plan gubernamental de destruir la democracia en favor de los pobres es un contrasentido.
Seremos libres cuando haya democracia y progreso, para ello es necesaria una revolución creadora de instituciones accesibles e independientes y que potencie los talentos del hombre para crear y trabajar, lo cual se hace a través de la educación.
Llenemos nuestro país de escuelas, universidades, empresas, centros de investigación e innovación, de tribunales que administren una justicia igualitaria y de legisladores representativos. Llenemos la patria de presidentes más humanos y menos divinos, de trabajo y creatividad en lugar de dádivas populistas. Entonces seremos libres, pero además seremos modernos, inclusivos y profundamente iguales de la única igualdad: la oportunidad de todos para elegir.
goicoechea.yon@gmail.com
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