Argelia Ríos //
Noviembre revelará la dimensión del deterioro y se iniciaría el camino hacia el cambio
No hay cambios en el libreto. Chávez confía en que la oposición no conseguirá resistirse ante sus nuevas provocaciones. Todos los anteriores triunfos del oficialismo fueron el producto de una muy bien calculada estrategia similar, destinada a estimular respuestas erráticas por parte de los adversarios. Hoy, pese a las advertencias de algunos de sus aliados -que valoran la consistencia de la ruta electoral adoptada por los oponentes-, el comandante piensa que su guión aún tiene vigencia. Por eso emplea ahora los temas contenidos en la derrotada reforma constitucional, cuya materialización práctica -a espaldas del veredicto popular- es un intento por estimular una reacción opositora que le favorezca.
Meter la reforma de contrabando representa un grave riesgo para los intereses electorales de Chávez. Sin embargo, es claro que asumió ese peligro porque le sirve a los dos propósitos clave que se ha trazado, de cara al mes de noviembre: estimular la división en el campo contrario -promoviendo la vuelta del "vete ya", del abstencionismo y la división-, y avanzar en el camino de la revolución, haciendo caso omiso de la deslegitimación que el proyecto socialista sufrió en el referendo de diciembre.
El jefe del Estado actúa seguro de que muchos de sus opositores caerán en la tentación de promover una carburación artificial de los hechos políticos, con miras a fabricar condiciones para su salida anticipada del poder. Tiene también la certeza de que ese intento de carburación le colocará en una mejor posición frente a sus electores. Tal como lo ha dicho Baduel esta misma semana, Chávez pretende confeccionar una situación que lo victimice: nada mejor para ello que empujar a sus enemigos hacia la acera de una aventura.
Quienes consideran que los atropellos constitucionales del régimen son un motivo suficiente para que el país se levante en un "basta ya" definitivo, tienen sólo una parte de la razón. Incluso para efectos propiamente electorales, la oposición está obligada a denunciar con bríos el desconocimiento que Chávez está haciendo del mandato de los electores. Pero esa denuncia no puede jugar en beneficio de los objetivos que el Presidente se ha impuesto para superar sus dificultades.
No es cierto que las condiciones estén dadas para empujar a un desenlace, ni que ellas puedan carburarse artificialmente. Aunque Chávez se ha debilitado, no es un menesteroso. Mucho menos tiene sentido el temor de que el Presidente pueda recuperar lo que ha perdido, que es lo que en realidad mueve a los inmediatistas de hoy. La descomposición de su liderazgo y la de toda su alianza política tiene una profundidad muy distinta a la de ocasiones anteriores. Noviembre revelará la dimensión del deterioro: sólo entonces -con otra correlación- comenzará a aligerarse el camino hacia el cambio... Chávez busca desesperadamente un error y no hay que regalárselo.
Argelia.rios@gmail.com
Noviembre revelará la dimensión del deterioro y se iniciaría el camino hacia el cambio
No hay cambios en el libreto. Chávez confía en que la oposición no conseguirá resistirse ante sus nuevas provocaciones. Todos los anteriores triunfos del oficialismo fueron el producto de una muy bien calculada estrategia similar, destinada a estimular respuestas erráticas por parte de los adversarios. Hoy, pese a las advertencias de algunos de sus aliados -que valoran la consistencia de la ruta electoral adoptada por los oponentes-, el comandante piensa que su guión aún tiene vigencia. Por eso emplea ahora los temas contenidos en la derrotada reforma constitucional, cuya materialización práctica -a espaldas del veredicto popular- es un intento por estimular una reacción opositora que le favorezca.
Meter la reforma de contrabando representa un grave riesgo para los intereses electorales de Chávez. Sin embargo, es claro que asumió ese peligro porque le sirve a los dos propósitos clave que se ha trazado, de cara al mes de noviembre: estimular la división en el campo contrario -promoviendo la vuelta del "vete ya", del abstencionismo y la división-, y avanzar en el camino de la revolución, haciendo caso omiso de la deslegitimación que el proyecto socialista sufrió en el referendo de diciembre.
El jefe del Estado actúa seguro de que muchos de sus opositores caerán en la tentación de promover una carburación artificial de los hechos políticos, con miras a fabricar condiciones para su salida anticipada del poder. Tiene también la certeza de que ese intento de carburación le colocará en una mejor posición frente a sus electores. Tal como lo ha dicho Baduel esta misma semana, Chávez pretende confeccionar una situación que lo victimice: nada mejor para ello que empujar a sus enemigos hacia la acera de una aventura.
Quienes consideran que los atropellos constitucionales del régimen son un motivo suficiente para que el país se levante en un "basta ya" definitivo, tienen sólo una parte de la razón. Incluso para efectos propiamente electorales, la oposición está obligada a denunciar con bríos el desconocimiento que Chávez está haciendo del mandato de los electores. Pero esa denuncia no puede jugar en beneficio de los objetivos que el Presidente se ha impuesto para superar sus dificultades.
No es cierto que las condiciones estén dadas para empujar a un desenlace, ni que ellas puedan carburarse artificialmente. Aunque Chávez se ha debilitado, no es un menesteroso. Mucho menos tiene sentido el temor de que el Presidente pueda recuperar lo que ha perdido, que es lo que en realidad mueve a los inmediatistas de hoy. La descomposición de su liderazgo y la de toda su alianza política tiene una profundidad muy distinta a la de ocasiones anteriores. Noviembre revelará la dimensión del deterioro: sólo entonces -con otra correlación- comenzará a aligerarse el camino hacia el cambio... Chávez busca desesperadamente un error y no hay que regalárselo.
Argelia.rios@gmail.com
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