Liliana Fasciani M. //
La calle está alborotada. Los precandidatos de todos los partidos de oposición recorren las ciudades y los pueblos, llevando sus pancartas y banderas. Unos más que otros, según sea el presupuesto que manejan, tienen más o menos volantes, panfletos, afiches, tarjetas, en fin, la propaganda que deben repartir por doquier para que les conozca el elector. Todo eso está muy bien, pero estaría muchísimo mejor si, además, llevasen un mensaje que calara, no solamente en el corazón de las personas para atraer su simpatía.
Convendría que fuese un mensaje con propuestas puntuales acerca de lo que hace falta, de lo que hay que completar, de lo que se debe cambiar, de lo que se puede mejorar.Desde luego, no es tarea fácil convencer a tanta gente de dar su voto sin tener cómo ofrecer alguna garantía. Las campañas electorales se desarrollan con un gran esfuerzo material y humano que comparten aspirantes y militantes.
Sin embargo, es de esperar que para las sociedades de hoy en día, y, en particular, para la sociedad venezolana, visto lo visto y ateniéndonos a lo que tenemos, se ponga mayor ímpetu y fortaleza en conseguir el apoyo necesario.
Hay que vencer a un adversario con muchísimas fallas en su gestión pública, pero con extraordinarios recursos, y no dudarán en utilizarlos, sin que les importe el costo que ello representa para el Estado y para el pueblo. Un costo muy elevado, cuando se trata de sacrificar los requerimientos de los ciudadanos en aras de un triunfo que, en la mayoría de los casos, no merecerían. No hay mérito alguno en la demagogia con fines electorales, como no lo hay tampoco en la ejecución a medias de proyectos improvisados cuyas fisuras aparecen a escasos meses de la inauguración.
Los precandidatos de la oposición deben aprovechar la pésima calidad de algunos de los trabajos llevados a cabo por alcaldes y gobernadores oficialistas, y mucho más la desidia ante las necesidades del pueblo, para acometer con una campaña bien estructurada, que contenga, principalmente, respuestas razonables y soluciones posibles a los problemas sociales.
Es fundamental que los aspirantes de la oposición a alcaldías y gobernaciones asuman el desafío de ofrecer lo que los ciudadanos esperamos, siempre que estén seguros de poder realizar sus programas.
Dicho de otro modo, nadie quiere promesas quebradizas ni planes estrambóticos.
Los electores venezolanos estamos bastante magullados a punta de mentiras y falsas excusas, como para aceptar que nos vuelvan a contar el cuento del gallo pelón.
Seriedad y responsabilidad es lo que exigimos a los precandidatos, y será lo que exigiremos en el futuro a los nuevos alcaldes y gobernadores del país.
lilianafasciani
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