En estas elecciones la permanencia de Chávez en el poder no está en juego
Estábamos pendientes de cuáles iban a ser las líneas maestras de la estrategia oficialista de cara a las elecciones de noviembre. La derrota del 2-D, el desgaste del liderazgo personal del "comandante", el descenso en los índices de popularidad planteaban un escenario inédito al oficialismo, y no dejaba de intrigar con cuál invento se vendría ese llanero al que tanta astucia se atribuye.
Las incógnitas se han ido despejando. No hay mucho de nuevo en verdad, aunque no deja de ser interesante examinar el conjunto. Veamos unos cuatro de sus componentes.
En primer lugar tenemos un relanzamiento del reparto de dinero. Por un lado, con una nueva misión, que venga a renovar un tanto la idea de las misiones, que ya se han convertido en algo que se da por supuesto o por adquirido, dejando entonces de ser una razón para votar rojito.
Por otro lado, con la idea de los proyectos comunales y de sus correspondientes bancos, por donde se supone que debe correr una realada hacia los que tengan la fortuna colocarse en esos circuitos. Nos limitamos aquí a constatar lo poco original de esta "línea estratégica", lo muy vista que está.No está en juego
El segundo elemento es también muy conocido. Se trata de poner en juego a Chávez. Estas elecciones tienen para el oficialismo el problema de que la permanencia de ese señor en el poder no está en juego. Está incluso menos en juego que en el referéndum constitucional. En éste al menos el país se pronunciaba sobre una propuesta hecha por el mismo Chávez, de su puño y letra. Esta vez ni siquiera eso. En noviembre se van a elegir mandatarios estadales y municipales, en unos comicios donde la gente tiene en la mira simplemente una mejor gestión de los asuntos regionales o locales, estando clarísimo para todo el mundo que Chávez sigue siendo presidente. Entonces el oficialismo piensa que hay que forzar la barra y plantear, contra toda verosimilitud, que la suerte del "comandante" sí está en juego. Plantear la consabida situación plebiscitaria -conmigo o contra mí- en una elección que verdaderamente no la admite. Y cuando eso ocurre el pueblo no se la traga, como no se la tragó el 2-D. El principal vocero de esta línea es el mismo Chávez, que está empeñado en decir que si él pierde éstas o las otras gobernaciones, aquí habrá guerra. Nadie sabe bien entre quienes. Porque para la guerra, como para tantas otras cosas, también se necesitan dos. Dice que "irán por él", si su gente pierde tales o cuales estados. ¿Ir por él? ¿Quiénes, con qué?Todos los males
Como prolongación de la línea precedente, aparece el tercer componente. Consiste en el anuncio de males innominados, tragedias sin cuento, en caso de una derrota de la gente de Chávez. Esto da lugar a un surtido de pequeñas profecías del desastre, que proliferan ante la dificultad de que la gente que va a votar no ve la tragedia por ningún lado, tratándose para ella de una elección muy simple y concreta. La última y ya delirante versión de este extremoso planteamiento, expuesta también por el barinés, es la idea de que se está preparando un movimiento separatista, a partir de las posibles victorias de candidatos democráticos en la región andina y en la región zuliana. Este dislate no amerita ningún comentario adicional. Un paso en falso
Un cuarto componente de la estrategia, analizado recientemente por Argelia Ríos, es la de tentar a sus adversarios a que den pasos en falso, saliéndose del cauce constitucional. El principal peine con que para ello cuenta es el muy denunciado intento de adelantar muchas de las cosas que fueron rechazadas el dos de diciembre, violando así la Constitución, o bordeando su violación, y desde luego desafiando el No que ese día el país pronunció. No hay indicios de que ese peine vaya a funcionar, pero es muy pertinente señalar su existencia. Aquí estamos de paso ante una estrategia de doble filo. Porque el mismo tiempo que ante la consabida provocación, estamos aquí ante pasos que adelantan la instauración de esa cosa, ese sistema de control y poder personal total que quiere implantar Chávez aquí, intento al que desde luego hay que resistir con todos los medios a la mano, que no signifiquen pisar el ya nombrado peine.
No es que el oficialismo esté muerto y no cuente con muchos elementos para competir. Pero, si lo dicho en estas líneas no está demasiado descaminado, no parece fuera del alcance de las fuerzas democráticas del país obtener un nuevo gran éxito en la lucha en la que están empeñadas por derrotar el proyecto político que ya sabemos.
dburbaneja@gmail.com
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