El reciente referéndum de la provincia de Santa Cruz en Bolivia ha puesto de nuevo en el debate público, el tema de la descentralización y las autonomías de las regiones.
A pesar del contundente apoyo a lo planteado por las fuerzas políticas y sociales que pugnan por la autonomía (85% de los electores), los chavistas de allá y de aquí, mediante unas extrañas cuentas electorales, han señalado que la propuesta fue supuestamente rechazada, posición ésta que vale la pena comentar por lo infundada.
Pero vayamos por partes.
La autonomía regional es un tema complejo que admite varias dimensiones, justificaciones y orígenes.
Pero lo cierto es que desde el punto de vista de la democracia tiene una plena vigencia y pertinencia.
Curiosamente, el fenómeno de la globalización tiene su contrapartida, en el ámbito de lo interno de los países, en la descentralización política y administrativa.
No se equivoca quien ha señalado que el Estado centralizado tradicional hoy vive una paradoja: es pequeño para resolver los problemas que tiene por arriba, la globalización, y muy grande para los que tiene por debajo, las autonomías y la descentralización. En ambos casos, su tamaño le imposibilita solucionar eficazmente los distintos desafíos.
Son dos grandes tendencias en el mundo actual, suficientemente estudiadas por organismos internacionales, que cada día se hacen más intensas, y que, en los hechos, son factores demoledores de los poderes del Estado-nación que hemos conocido hasta ahora.
Para quienes no se han percatado de esta nueva realidad política y social que trasciende las fronteras territoriales, las aspiraciones democráticas legítimas de las regiones y provincias son delitos de lesa patria. Ven en cualquier deseo legítimo de acercar a los gobernantes a sus gobernados, de participar en los asuntos públicos que los afectan directamente, y de autonomía en la toma de ciertas decisiones, como un intento de fragmentar a la nación. No comprenden que la democracia, como dice J. Buchanan, es "gobierno mediante la discusión"; y el debate entre las distintas opciones, ópticas y opiniones, incluidas las regionales, forma parte del mundo moderno.
Sobre todo, los gobernantes autoritarios y antidemocráticos, son los que más se oponen a este tipo de reivindicaciones. Su exacerbado centralismo, su afán de controlarlo todo, su animadversión frente al pluralismo político, su alergia al equilibrio de los poderes y el desprecio por la libertad, les conduce a cuestionar estas aspiraciones naturales y democráticas.
Desde que llegó al gobierno, el Presidente de Venezuela ha iniciado un proceso de reversión de una de las conquistas democráticas más importantes que hemos alcanzado en los últimos tiempos; la descentralización. Paulatinamente, ha ido tomando por asalto las competencias que corresponden constitucional y legalmente a los estados.
El año pasado infructuosamente intentó, mediante un referéndum, formalizar su sistema autoritario colectivista y centralista, pero la mayoría del pueblo venezolano lo impidió.
Frente al referéndum boliviano, no podíamos esperar otra posición del Presidente venezolano y sus lacayos gorrones de ALBA. Todos éstos están cortados por la misma tijera política. Cualquier manifestación electoral que signifique alcanzar mayor poder para los ciudadanos y las regiones será combatida por estos autoritarios. Así, mediante acusaciones caricaturescas y estrafalarias, los demócratas que luchan por su autonomía son convertidos en "oligarcas", "fascistas" o "marionetas del Imperio".
Y si además triunfan, como de hecho ocurrió en Santa Cruz, se echa mano de los argumentos más deleznables e inconsistentes para descalificar a quienes ganaron en buena lid. Los diputados chavistas dicen que el referéndum era ilegal, ¿y acaso no lo fue también el que convocó Chávez para llamar una constituyente en Venezuela? ¿Por qué éste si fue legal y el de allá no?
Incluso, se aplica unas absurdas interpretaciones de los resultados, que sólo los estúpidos podrían avalar. Al igual que quienes dicen que la oposición venezolana no ganó en diciembre pasado, y que lo que ocurrió fue que perdió Chávez, estos incongruentes ahora señalan que la propuesta de autonomía boliviana habría sido rechazada porque entre abstencionistas y votantes del NO, sumados, harían mayoría. Afortunadamente, pocos dan crédito a ésta cantinflada.
Es por ello que resulta más que patético el papel que han jugado ciertos políticos y periodistas en su intento fallido de desinformación y distorsión de la realidad, cuando pretenden acusar a movimientos políticos venezolanos de separatistas por apoyar aquella consulta. Sólo grupos muy marginales antichavistas contemplan tal locura.
Por otro lado, podríamos decir que si las cómicas interpretaciones que dan los chavistas sobre los resultados bolivianos fueran ciertas, sería forzoso concluir, aplicándolas a la realidad electoral venezolana reciente, que el referéndum sobre el cambio de la Constitución venezolana, habría contado con el rechazo de aproximadamente el 71% o más de los electores (38 % de abstención + 33 % del NO).
Obviamente, nunca oiremos a los farsantes de la política sacar conclusiones consistentes de las evidencias; seguirán mintiendo descaradamente, inventando historias paranoicas de supuestas conspiraciones del imperialismo y falseando la realidad a su conveniencia. No reconocerán jamás que los demócratas de aquí y de allá estamos librando batallas por la libertad y logrando triunfos democráticos indiscutibles.
Cuando vemos a la barbarie desvariar y hacer este monumental ridículo, acompañamos al poeta Francisco Massiani cuando afirma que estamos viviendo un país sombrío.
EMILIO NOUEL V.
EN VENEZUELA ANALITICA:
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