Flashes Culturales
Los gobiernos nos expolian con impuestos hasta niveles insospechados.
Los impuestos son confiscatorios y distorsivos.
Impera el salvajismo más atroz fruto de la omnipresencia estatal.
El Estado es parte del saqueo, cuando no el que lidera el saqueo.
Indigna escuchar a recaudadores de impuestos sobre la inmoralidad de no pagar los impuestos, mientras el despilfarro de los fondos públicos es cosa de todos los días. ¿Con qué autoridad moral se exige tanto cumplimiento impositivo si el Estado despilfarra descaradamente?
No hay comportamiento más inmoral que el de quitarle el fruto del trabajo a la gente para despilfarrarlo en subsidios, prebendas, corrupción y burocracia.
Proteccionismo, subsidios, dirigentes sindicales que usan la amenaza como forma de "conquistas" sociales, dirigentes políticos que pueden formular las declaraciones más descaradas sin que se les mueva un pelo mientras usan el dinero de los contribuyentes…
Los siguientes comentarios del analista argentino Roberto Cachanosky (www.economiaparatodos.com.ar) son, en muy buena medida, aplicables, análogamente, a nuestro Estado y a todos aquellos otros Estados que se caracterizan por la vorágine impositiva, el clientelismo, la corrupción y el despilfarro de los fondos públicos.
Analicemos algunos de ellos:
Afirma Cachanosky que "la trampa y el saqueo han reemplazado a la cultura del trabajo y del esfuerzo".
"Los escándalos de corrupción que surgieron en los últimos tiempos hubiesen hecho caer al gobierno de cualquier país medianamente organizado. Y si el gobierno no hubiese caído, seguramente se habría visto en serios problemas, con renuncias de funcionarios relevantes y magros resultados electorales. Sin embargo, pareciera ser que, si bien la gente repudia casos como los de Skanska, la bolsa de plata de Micelli, las valijas de Antonini Wilson o tantos otros que podríamos nombrar, decía, si bien la gente parece repudiarlos, es como si los aceptara como un dato de la realidad. No los aprueba, pero tampoco sale a hacer marchas por la calle para repudiar semejantes cosas. Evidentemente, el argentino se ha acostumbrado a ciertas reglas de juego perversas y solo se produce alguna reacción social de envergadura cuando a la gente le meten la mano en el bolsillo
–como fue el caso del corralito– o cuando se produce algún estallido inflacionario. Nos hemos acostumbrado a vivir bajo reglas tramposas donde todo es cínico y mentira.
IMPUESTOS CONFISCATORIOS
Los gobiernos nos expolian con impuestos hasta niveles insospechados. Esas delirantes cargas tributarias siempre son presentadas como impuestos que tienen que cobrarse en nombre de la justicia social, sin embargo, todos saben que ni el dinero va a parar a los destinos sociales que dicen asignarse, ni la gente paga todos los impuestos que tiene que pagar. Salvo en contados casos el contribuyente paga todo y es cuando éste tiene una alta exposición pública o por la envergadura de la empresa se hace imposible evadir.
Desde el punto de vista fiscal todo es una mentira. Los impuestos son confiscatorios y distorsivos, la plata que se recauda se pierde en los pliegues de una burocracia que tiene que sobrevivir a cualquier costo, cuando no se destina a financiar actos de corrupción o clientelismo político. La información que acaba de dar el nuevo jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires sobre los ñoquis que descubrieron, es solo un pequeño botón de muestra de lo que son la administración pública nacional, provinciales y municipales.
La creencia popular es que la economía de mercado es igual a la ley de selva, según la cual unos se matan a otros para sobrevivir. La realidad es que las reglas que imperan en la Argentina, que lejos están de ser las de una economía de mercado, son justamente equiparables a la ley de la selva en el que el más fuerte se devora al más débil o, si se prefiere, donde impera el salvajismo más atroz fruto de la omnipresencia estatal.
Proteccionismo, subsidios de todo tipo, dirigentes sindicales que usan la amenaza como forma de "conquistas" sociales, piqueteros con fuerzas de choque, dirigentes políticos que pueden formular las declaraciones más descaradas sin que se les mueva un pelo mientras usan el dinero de los contribuyentes para establecer sus esquemas de poder, gente que se siente con derecho a que otro le pague la vivienda sin explicar porqué el otro tiene esa obligación, pedidos para que se creen bancos que le den créditos baratos a determinadas empresas. En definitiva, los argentinos nos acostumbramos a vivir bajo un sistema que en vez de crear riqueza, la destruye. Vivimos en un saqueo generalizado y, lo peor, es que un gobierno atrás de otro ha estimulado ese sistema de vida, siendo el Estado, obviamente, parte del saqueo, cuando no el que lidera el saqueo.
Causa indignación escuchar a algunos recaudadores de impuestos formulando discursos sobre la inmoralidad de no pagar los impuestos, mientras la corrupción y el despilfarro de los fondos públicos es cosa de todos los días. ¿Con qué autoridad moral se exige tanto cumplimiento impositivo si el Estado despilfarra descaradamente los impuestos y, encima, se da el gusto de no informar sobre cómo los gasta? No hay comportamiento más inmoral que el de quitarle el fruto del trabajo a la gente para despilfarrarlo en subsidios, prebendas, corrupción y burocracia, gracias al monopolio de la fuerza que detenta el Estado.-
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Cortesía de Flashes Culturales para el Blog Venezuela Libre.
¿ A qué país del norte de Suramérica se te parece?... Aunque allí en ese país multiplica por nueve (9 años de desgobierno) los problemas que en el artículo aparece y queda corto.
Publicado por Atenágoras González Papadopoulos para la Sección de Política Latinoamericana Venelib
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