Fernando Mires
(Cuatro tesis)
Tesis 1
En la guerra que desde hace tanto tiempo mantiene el estado colombiano en contra de la organización terrorista llamada FARC, tuvo lugar una acción militar que efectivamente violó la soberanía nacional de Ecuador. El tema, sin embargo, no puede ser entendido sólo desde una perspectiva jurídica sino que, además, a partir de otras dos perspectivas: la militar y la política. Argumentar a favor o en contra de una perspectiva en el contexto de la otra, como ha ocurrido quizás por equivocación de parte del gobierno ecuatoriano, o por premeditación por parte del gobierno venezolano, lleva a una radical confusión de los hechos.
Desde una perspectiva jurídica el gobierno colombiano no podía tener la razón, hecho que ha sido reconocido por todos los gobiernos latinoamericanos, e incluso por el colombiano, que pidió las disculpas correspondientes al gobierno ecuatoriano recibiendo en cambio una andanada de injurias que va mucho más allá de la polémica y de la confrontación política. La agresividad empleada por el Presidente ecuatoriano quien ha hado pruebas en otras ocasiones de dominar el idioma político, sólo es posible explicar a partir de ciertas implicancias extra -jurídicas.
El gobierno colombiano hasta entonces muy cuidadoso en el manejo de los temas fronterizos, se vio probablemente conminado a tomar una decisión. Por una parte, el problema jurídico de traspasar las fronteras. Por otra parte, la posibilidad de asestar un golpe estratégico a su enemigo militar, localizado en las selvas de Ecuador. De acuerdo a la fría lógica que ha mostrado en diversas situaciones, el Presidente colombiano calculó probablemente que la decisión militar debía tener primacía por sobre el tema de la juridiccionalidad territorial. Hay dos razones obvias que explican esa decisión, y las dos son militares. La primera, es que el gobierno de Colombia se encuentra en guerra en contra de las FARC, y en la guerra se impone la lógica militar sobre la jurídica. La segunda es, dado que las FARC como toda organización terrorista es extremadamente centralizada, la pérdida de la jefatura era clave para entrar a una segunda fase que es el desmantelamiento de las demás estructuras.
Que lo militar tenga primacía sobre lo jurídico es bajo condiciones normales algo impensable. Pero la guerra no es una condición normal. La guerra tampoco es un hecho jurídico pues apunta a la anulación del adversario. En la guerra declarada por las FARC al Estado colombiano, su objetivo es la destrucción del orden republicano de la nación. A su vez, la guerra del Estado colombiano, está orientada a la destrucción de las FARC.
Uribe calculó probablemente que la acción militar originaría serias controversias con el gobierno ecuatoriano. Lo que al parecer no calculó fue la sobre-dimensionalización de esa controversia de parte de Correa. Quizás Uribe pensó que a pesar del desacato jurídico cometido, en Correa encontraría sino un mínimo de solidaridad, por lo menos algo de comprensión para su lucha en contra de las FARC. Después de todo, las FARC no son un grupo de idealistas samaritanos sino que una de las más crueles y sanguinarias organizaciones terroristas de nuestro tiempo. Por otra parte, la agresión colombiana no ponía en riesgo la seguridad interna ni externa de Ecuador ni tampoco la vida de ningún ecuatoriano. Pero Colombia y Ecuador no son España y Francia, cuyos gobiernos, a pesar de las muchas diferencias que los separan, colaboran estrechamente en la lucha contra el terrorismo vasco.
No el gobierno colombiano pero sí las FARC son una amenaza para la soberanía territorial y para la estabilidad política de la nación ecuatoriana. Mientras Correa no se dé cuenta de esa verdad elemental, será siempre sobrepasado; incluso por el mismo.
Tesis 2
La agresividad, la virulencia y el activismo empleados por Héctor Correa en contra del gobierno colombiano transgreden normas y formas. Si Uribe cometió delito de transgresión de límites geográficos, Correa ha transgredido los límites de la diplomacia y de la política. El lenguaje de Correa no apuntaba ni a una salida ni a una solución, hecho que hace posible pensar que su gobierno no estaba interesado en una desactivación del problema sino que en un plan coordinado tendiente a aislar, "por ahora" políticamente, a la nación colombiana. Si Correa era parte consciente o inconsciente de ese plan no lo podemos saber. Es posible suponer, sin embargo, que el origen de ese plan no estaba en Quito, sino que en Caracas y, además, casi con seguridad, en La Habana.
Que el Presidente Correa rechazara enérgicamente la intromisión de tropas colombianas, cabía esperarlo. Esa debe ser parte del oficio de quien detenta el cargo presidencial. Pero la enorme magnitud de ese rechazo no la esperaba nadie. Hubiera bastado una declaración, quizás una interpelación frente a los tribunales internacionales, una queja frente a la OEA y el llamado a consultas del embajador ecuatoriano.
Correa no ha dicho, por ejemplo, que fueron las FARC las que violaron primero los límites de Ecuador y que la violación limítrofe del ejército colombiano sólo fue un efecto secundario. Las injuriosas referencias de Correa a Uribe podrían haber sido incluso interpretadas como la retórica de un presidente emocionado, si es que paralelamente hubiese hecho algunas propuestas para combatir a aquel enemigo de la humanidad que son las FARC y así evitar que volvieran a repetirse hechos tan lamentables. Pero no. Leyendo las diversas alocuciones de Correa, se obtiene la impresión de que para él las FARC son un grupo de marcianos que aterrizaron por casualidad en las selvas ecuatorianas.
Podría pensarse que el descontrol de Correa tiene un pie en su política interior. En efecto, la intromisión colombiana dejó al descubierto que no sólo circulaban terroristas colombianos en su país como Pedro por su casa, sino que, además, éstos estaban establecidos en la zona, a la que habían convertido en un centro de operaciones en contra de Colombia con la posibilidad adicional de que los de las FARC también agredieran o secuestraran a ciudadanos ecuatorianos. Que eso es lo que hacen con ciudadanos venezolanos en la frontera con Venezuela. Frente a la oposición política, e incluso, frente a algunos de sus partidarios, Correa hizo un pésimo papel.
¿Cómo es que el Presidente no había sido informado que una parte del territorio nacional estaba ocupado por terroristas extranjeros? O una de dos: O Correa lo sabía, o su administración militar es absolutamente ineficiente. En los dos casos (el primero es mucho peor) Correa apuntaba a un fracaso que su agresividad verbal no sólo no ocultaba, sino que, además, delataba. Como suele ocurrir en algunas ocasiones, sus invectivas en contra de Uribe podrían haber sido interpretadas como una "huída hacia adelante". Sin embargo, cuando el presidente Chávez determinó la expulsión del embajador colombiano y enviar tropas a la frontera, la idea de que había una conjura entre Caracas-Quito en contra de Bogotá, comenzó a tomar fuerza. Correa, en lugar de distanciarse de la posición chavista, elevó aún más el tono de sus invectivas en contra de Uribe, la que, junto a Chávez, culminaría en un violento dúo de injurias en Caracas (6.03.2008). A ellas se sumó la voz de Fidel Castro, quien cada vez que escucha hablar de guerra, resucita. Siempre obsecuente, Ortega anunció al día siguiente la ruptura de relaciones entre Nicaragua y Colombia. De un día a otro, Colombia amaneció cercada.
Tesis 3
Aparentemente Colombia se encontraba situada en una mala posición. Cercada por tres países, más las FARC que operan desde el interior y a través de los límites, y por si fuera poco, sectores estudiantiles que protestaban en las calles por los procedimientos empleados por los grupos para-militares, a los que se supone en conexión con el gobierno. No obstante, esa es sólo la apariencia. El país que tenía las mejores cartas militares y políticas en ese absurdo juego era Colombia.
Desde una perspectiva militar, el poderío de Colombia en la zona es muy superior en un sentido cuantitativo, pero sobre todo, cualitativo al de los tres países del ALBA. No se entrará aquí a analizar la cantidad de armamentos que posee cada país, bastando decir que el de Colombia es muy superior al de los tres países del ALBA unidos. Además, no se trata sólo de la cantidad de armas. Los militares colombianos saben, además, usarlas. De tal modo que los presidentes del ALBA habrían tenido que perder el juicio los tres al mismo tiempo si hubieran decidido embarcarse en una aventura militar en contra del país vecino. Sabían, además, que Colombia recibiría la ayuda directa de los EE UU país que, al tomar una decisión, no tiene como equivocarse. Y no por defender los intereses del "imperio", ni nada por el estilo. Mucho más dependiente del imperio que Colombia es Venezuela cuya "revolución" es financiada directamente desde los EE UU, ya sea por venta de petróleo, ya sea por compra de alimentos. El problema es que, por razones que nadie entiende, el ALBA, en especial Venezuela, ha buscado el apoyo de los enemigos naturales de los EE UU en otras regiones, sobre todo en Bielorusia e Irak. Esa habría sido la ocasión propicia para que Bush hubiera terminado su mandato con un triunfo militar al menos, empresa en la que con toda seguridad habría sido apoyado sin reservas por la señora Clinton y el señor Obama quienes tendrían así un problema menos al comenzar el gobierno, que seguramente compartirán ambos.
Desde una perspectiva económica quienes más habrían perdido en el cerco a Colombia, son Ecuador y Venezuela. En todo caso, mucho menos que Colombia.
Ahora bien, donde reside la mayor fuerza de Uribe es en el frente político interno. Más del ochenta por ciento de la población colombiana lo apoya y lo apoyará en la guerra en contra de las FARC y, si se da el caso, en contra de los eventuales aliados externos del terrorismo local. La mayor parte de la clase política colombiana, incluyendo a la izquierda, está y estará de su lado. En cambio, de los tres Presidentes adversarios de Uribe, el único que está todavía en la cima de su popularidad es Héctor Correa. El gobierno de Chávez se encuentra en una situación política miserable y el de Nicaragua también en rápido descenso. De tal modo que en un conflicto externo, el ganador político habría sido el gobierno de Uribe. Por si fuera poco, de los cuatro gobernantes envueltos en el conflicto, el más inteligente, y con mucha distancia, es Alvaro Uribe. Y tanto en la guerra como en la política, la inteligencia juega un papel importante.
Si Maquiavelo hubiera querido encontrar su equivalencia a El Príncipe en una región lejana, Uribe habría sido el candidato ideal. Nunca habla demasiado, sólo lo preciso y lo justo. Sabe tender trampas al adversario (caso Emanuel), tiene paciencia y una frialdad impresionante para dejarse insultar sin responder. Nunca pierde de vista el objetivo principal. Si es necesario, sabe ser también cruel, lo que en una zona políticamente civilizada es un gran defecto, pero en las condiciones pre-políticas que subsisten en Colombia, y sobre todo en los países vecinos, se convierte en una virtud. Sus relaciones con el paramilitarismo lo han ensuciado bastante, de eso no cabe duda, pero no lo suficiente como para que la mayor parte de la población colombiana que detecta que el enemigo principal son las FARC, deje de restarle su apoyo.
La que vive Colombia es una guerra. Y todas las guerras son sucias. Solamente a los chavistas que parece que de táctica militar entiende menos que de política se les puede ocurrir que el hecho de abatir a un terrorista como Raúl Reyes fue un asesinato. En las guerras no hay asesinatos. Hay ejecutados y abatidos. Raúl Reyes fue abatido por sorpresa, y el militar que no sabe que en la guerra hay que atacar por sorpresa, mejor que se dedique a coser y a bordar. O a cantar y a bailar.
Raúl Reyes murió en su ley.
Pero si todas las guerras son sucias, las guerras en contra de grupos terroristas son más sucias aún. Es que uno de los propósitos de los comandos terroristas es el de ensuciar al enemigo hasta el punto de llegar a convertirlo en alguien irrepresentable. El gobierno socialdemócrata alemán de Helmuth Schmidt por ejemplo, se ensució tanto, que para salvar a los rehenes que mantenía la Rote Armee en Mogadicho, tuvo que ocupar aeropuertos africanos y pagar las debidas compensaciones. Una de las razones del declive del gobierno de Felipe Gonzáles en España, tuvo que ver con la responsabilidad indirecta del gobernante en actos ilegales (ejecuciones y torturas) cometidos en contra de los terroristas de la ETA. El gobierno de Israel tiene que responder a los ataques de las fracciones terroristas del Hama con medios que con toda seguridad nunca desearían emplear sus gobernantes. En Colombia, las FARC han igualmente logrado no solamente ensuciar políticamente a Uribe, sino que a la mayoría de los presidentes que lo antecedieron.
Después del terrorismo, no hay nada que sea moralmente más repugnante que el para-militarismo. Sin embargo, y esto es lo que cuesta entender a muchos, no el terrorismo es una consecuencia del para-militarismo, sino que el para-militarismo es una consecuencia del terrorismo. Si las FARC desaparecieran, más temprano que tarde el para- militarismo se desintegraría. Si el para-militarismo desapareciera, el terrorismo de las FARC continuaría actuando. Esa es la relación, y no otra.
Lo cierto es que pese sus abusos de poder, a la ilegalidad de los para-militares, y a la violencia, a veces excesiva de los policías que en algunos casos han hecho suya la lógica de los terroristas, Uribe continúa siendo el gobernante más popular de la región. Más aún: Chávez lo ha hecho más popular que nunca. Ahora bien, en caso de guerra, la solidez del frente interno es la condición más importante para un triunfo, más importante aún que la cantidad de armas. Eso lo sabe cualquier militar, y Chávez es militar.
La solidez de ese frente interno no la tiene Chávez ni en sueños, ni siquiera entre sus propios partidarios quienes cada cierto tiempo, como ahora está ocurriendo, libran luchas verdaderamente caníbales. El resto de la población venezolana, o es oposición, o es absolutamente indiferente al gobierno. Con Daniel Ortega ocurre algo parecido, más de la mitad de Nicaragua lo adversa. Y además, Ortega ...... Digámoslo así: Ortega no es uno de los gobernantes más prestigiosos del mundo.
Sólo Correa mantiene su popularidad, entre otras cosas porque es un político talentoso, cualidad que lamentablemente no ha mostrado en los últimos acontecimientos.
Desde una perspectiva internacional, Uribe ha sabido ganar el respeto de los gobiernos europeos. Cuenta, está de más decirlo, con el apoyo incondicional de los EE UU, con Bush o sin Bush. A Brasil interesa Venezuela sólo como socio comercial, y a las tímidas y asustadizas democracias del Cono Sur, el gobierno de Chávez les causa más problemas de los que quisieran tener. En fin, tanto la correlación nacional como internacional de fuerzas, favorecía, casi sin contrapeso, al gobierno de Uribe. Chávez, cuyo instinto político es innegable, se dio cuenta a tiempo, y decidió frenar, y como ya es su costumbre, en el mismo borde del abismo.
Tesis 4.
El principal enemigo del gobierno de Uribe, que es el de Chávez, se encuentra, POR AHORA, políticamente neutralizado.
Por ahora, es el antiguo lema de Chávez. Eso lo dijo el Chávez joven cuando fracasó su golpe de Estado: por ahora. Por ahora, el gobierno de Chávez se encuentra en una posición defensiva. Está siendo atacado por todos lados, incluyendo el propio. Un día son los buhoneros a quienes les entregó las calles y a quienes quiere erradicar de las calles. Otro día los obreros y empleados de Sidor. Una vez, y casi siempre, los estudiantes. Cuando menos se espera, los ultraizquierdistas "a la Lina Ron" le echan a perder sus escenas cinematográficas. La corrupción de sus aliados le comen el gobierno por dentro. Tascón, el eterno delator: Delator de profesión, delata a los otros, hoy a los suyos. Los motociclistas y batallones siniestros que amedrentan a la población y le restan cada día más votos para unas elecciones que nadie sabe si tendrán lugar y en las cuales, chavistas y antichavistas, todos juntos, quieren ser candidatos. Chávez los vuelve locos, los locos vuelven loco a Chávez. Chávez quiere salvar la revolución ¿Cuál revolución?
La revolución después de nueve años no ha comenzado, y antes de nueve años ya había terminado, antes de que comenzara. Mucho antes: la revolución de Chávez fue derrotada en 1990, cuando cayó el muro de Berlín.
El 2 de diciembre del 2007, Chávez perdió no una consulta popular. Perdió un proyecto de toma de poder. Después del 2.12.07, no tenía más alternativa que gobernar, aunque no tenía ningún programa de gobierno. Ni siquiera tiene un personal administrativo idóneo para gobernar. El Estado está ocupado por cuadros ideológicos y militares que rotan de un puesto en otro. Los verdaderos cuadros de gobierno están en la oposición. Es cierto que en un arranque de extrema lucidez inventó Chávez tres R. que nadie se acuerda ahora que significan. Al día siguiente se olvidó de todo y creyó de nuevo no en el gobierno, sino que en el poder eterno, aquel que no está en este mundo pero que lo obsesiona. Ese poder nunca lo podrá tener. Ni él ni nadie. Entonces inventó una guerra. "Cortinas de humo", dijo el hábil Rosales. "Evadir la realidad", afirma el general Baduel, quien pesa cada palabra como si las palabras tuvieran plomo. Ambos tenían razón. Todavía es tiempo de que el gobierno rectifique, pero el problema es que, a diferencias de Uribe, el Presidente venezolano se encuentra en una estado de extrema ideologización, alteración que le impide desarrollar sus ideas y pensar con libertad.
En cierto modo, el Presidente Uribe –que ironía de la historia– ha salvado con su accionar práctico la continuidad del gobierno venezolano. ¿Qué habría pasado si Uribe se hubiese dejado llevar por el falso orgullo y por las emociones que hizo gala el joven Presidente Correa? Es mejor que ni lo pensemos. Gracias a que en Colombia hay un Presidente que piensa políticamente, vale decir, alguien que es un político de profesión (y de vocación), ha sido evitado el hecho trágico de que muchas vidas humanas hubieran sido inútilmente sesgadas.
Enviado por Pauttete
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